TONIA ETXARRI-EL CORREO

  • El presidente del Gobierno vuelve a reaccionar tarde ante el covid

Como nadie sabe a ciencia cierta lo que nos espera estas navidades, la comparecencia de urgencia del presidente del Gobierno, ayer ante las televisiones, había levantado unas expectativas que él mismo se encargó de frustrar. Con la situación epidemiológica de nuestro país que se va agravando, tenía mucho que decir. Pero no lo hizo. Se limitó a reconocer que aquel virus que, según él, habíamos vencido en el verano de 2020, «sigue entre nosotros». Y que, ante la duda, vacunación, vacunación. Vuelta a las mascarillas y a las distancias sociales. Déjà vu. Esta película nos suena. Y hasta ahí pudo leer. Recomendó tranquilidad porque le han contado que el miedo a los contagios, desde que la variante ómicron se propaga a la velocidad del rayo, se va intensificando. Y, ante la presión de comunidades autónomas como la vasca, se reunirá telemáticamente con todos los presidentes, 48 horas antes de Nochebuena.

El presidente reacciona tarde ante la sexta ola. Cuando ya todo el mundo haya cerrado sus planes (para mantenerlos o cancelarlos) y cuando la psicosis parece inevitable ante la incertidumbre de que la responsabilidad de lo que ocurra recaiga sobre cada ciudadano. Lo de ayer fue una vuelta a sus ‘Aló, Presidente’ de los meses más duros del covid. Sin atreverse a dar un paso. Sin avenirse a aprobar una nueva ley orgánica que dé los instrumentos jurídicos que necesitan las autonomías para adoptar medidas de restricción sin toparse con la Justicia. Tal como le reclama la oposición. Con normas generales, medidas comunes, como le pide el lehendakari Urkullu. ¿Para qué compareció ayer Pedro Sánchez, en ese formato que tanto le gusta, sin preguntas? Casado se malicia que fue para poder utilizar el Falcon y participar en el congreso del PSC. El caso es que este presidente ya ha utilizado el avión del Ejército del Aire por octava vez en mes y medio para ir a actos de partido y su comparecencia institucional, ayer, para anunciar la convocatoria de una reunión resultó tan desmedida que sonó a excusa.

Sánchez no quiere ni oír hablar de los estados de alarma, pero necesitamos normas y concierto

Nos las prometíamos felices con la mayoría de la población vacunada. Pero no. Lo que sabemos de la nueva cepa es que no es tan letal como las anteriores, pero que se propaga con inusitada celeridad. Y el «rebaño» ya no se siente inmune, a pesar de las vacunas. Olfatea el riesgo y está entrando en colapso emocional. Con el virus, la tarifa eléctrica disparada y el Banco de España tirando por tierra las previsiones de crecimiento del Gobierno, ¿qué puede salir mal?

La convocatoria de la reunión del miércoles entre Sánchez y los presidentes de las comunidades llega después de que en muchos territorios se haya recurrido ya a la improvisación con las restricciones. Unas con la exigencia del pasaporte covid, otras con la limitación de los horarios del ocio nocturno. Todas temiendo que la nueva ola pueda retrasar, aún más, la recuperación económica.

No estamos en la situación dramática del año pasado, cierto. Pero la nueva variante del covid nos está devolviendo a escenarios ya conocidos. A volver a hablar de «burbujas» (no precisamente las de champán sino las sociales) y a las mascarillas (las de tela, ya no). Y todo en este plan. Ayer Pedro Sánchez no tranquilizó los ánimos. Todo lo contrario. No quiere ni oír hablar de los estados de alarma porque el Constitucional ya le tumbó dos. Pero necesitamos normas y concierto. Una brújula en forma de ley orgánica. Porque los eslóganes no vencen al virus. Lo peor de esta sexta ola es el miedo a la que se va a liar después de navidades.