ETA sólo existe en los comunicados, y en esos comunicados sólo le interesa salvarse, legitimar ante la historia sus asesinatos, y una vez conseguido, seguir existiendo. Cuantas más vueltas se le dé, cuanto más sean llamados a gestionar su final, peor: sólo conseguiremos, otra vez, resucitar al muerto.
A estas alturas de reconocidos errores, auténtica causa de que hayamos padecido el azote del terrorismo doméstico en España tanto tiempo, siendo el último país incapaz de hacerlo desaparecer de la Europa Occidental, sería irresponsable que desde las instancias ejecutivas se decidiera, siguiendo la costumbre, un nuevo volantazo cambiando lo que de verdad funciona para acabar con ETA. No sería la primera vez, aunque en esta ocasión espero mayor prudencia tras el estrepitoso fracaso de la última negociación, donde se pudo descubrir que ETA es incompatible con lo que se entiende negociar. Ocasiones previas para llegar a esa conclusión ya habían existido.
Si desde instancias gubernamentales se da lugar a equívocos, la volveremos a pifiar. No se puede comer con los que apoyan una determinada política que está dando los resultados precisos y cenar con quien niega validez a uno de los instrumentos más útiles en esa política para que ETA acabe, si no ha acabado ya, como es la ley de Partidos. Los equívocos en la política frente al terrorismo en toda latitud han sido fuente de inconvenientes para que éste finalice. Los de enfrente lo deben tener claro.
Además, existe la posibilidad de que ETA se haya acabado ya. Es el excesivo interés que desde instancias políticas y mediáticas se pone en su comunicado, y en el comunicado que viene, y el que Batasuna se dirija a ella como el pueblo elegido a Yahvé, lo que probablemente le haga existir. Porque desde hace mucho tiempo está inoperante. ETA sólo existe en los comunicados, y a ETA en esos comunicados sólo le interesa salvarse, es decir, legitimar ante la historia sus asesinatos, y una vez conseguido, seguirá existiendo. Por eso, tiene que insistir en la necesidad de un proceso de negociación, en el que no estamos los demás, para alcanzar una consecución política, por pequeña que fuere, que justifique tanta crueldad inútil. Y una vez justificada, continuar, abandonando cualquier solución.
Hoy no hay «proceso», aunque haya procesión. Lo de ahora consiste en que ETA se liquide y, si no, que Batasuna condene el terrorismo de ETA si quiere ir a las elecciones. Así de sencillo, así de claro, sin mediadores ni fanfarrias, sin premio por dejarlo. Todos los discursos que desde instancias políticas se realicen lo único que producen es una mayor movilización del mundo de ETA, que ya nos ha planteado todo un calendario de ellas, para resurrección de toda su gente, incluidos sus difuntos. Como a los agónicos, hay que dejarla en paz sin jarabe político.
Mientras más vueltas se le dé, mientras más sean llamados a gestionar su final, peor, porque así conseguiremos, como en veces anteriores, resucitar al muerto. Es cierto que hay quien quiere que no se muera sin más, sin gloria póstuma, sin alguna conquista política que le sobreviva, por eso no es conveniente cenar con el PNV el mismo día que se come con el lehendakari. Es, por si acaso, para no dar lugar a equívocos, para no resucitarla.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 18/1/2011