Crece el expediente Eta-Farc

La detención, la semana pasada, de dos presuntos etarras amplía las pesquisas. Un libro del periodista Florencio Domínguez detalla la relación en campamentos en Venezuela.

Cuatro antiguos miembros de las Farc separados actualmente de este grupo prestaron declaración ante agentes de la policía española sobre las conexiones de la guerrilla colombiana con Eta. Los datos de los desmovilizados de las Farc en unos casos aportan nuevos detalles sobre algunas conexiones entre las dos organizaciones de las que se tenía noticia por la documentación intervenida y, en otros, proporcionan información desconocida.

Los antiguos miembros de la guerrilla colombiana que han prestado declaración ante la policía fueron registrados con nombres supuestos para proteger su verdadera identidad. Los agentes españoles recogieron su testimonio los días 22 y 23 de octubre de 2009 en Bogotá, con el apoyo de autoridades colombianas.

Uno de los cuatro desmovilizados es Camilo, (combatiente) desde 2000 hasta 2007. Otro de los antiguos guerrilleros es César, componente de las Farc desde 2002 hasta 2009. El tercer declarante es Rubén, que entró en esta organización en 1998 y no se separó de ella hasta 2008.

Patxo, otro de los testigos protegidos, no fue miembro de las Farc, pero realizó trabajos para este grupo en Venezuela, transportando a personas por encargo de la guerrilla de un lado a otro del país. La localización e identificación de Patxo fue posible gracias a los datos proporcionados por Camilo.

La documentación intervenida en los ordenadores de Raúl Reyes, el 1° de marzo de 2008, había permitido acreditar que cuatro miembros de Eta habían acudido el 14 de julio de 2003 a campamentos de las Farc para participar en cursillos de adiestramiento. Según esa documentación, los cuatro etarras fueron recogidos en Maracaibo y trasladados a una instalación de la guerrilla donde permanecieron hasta el mes de agosto. Durante esa estancia los dirigentes de las Farc propusieron a los etarras colaborar en la realización de atentados en España y en otras partes de Europa.

La declaración de dos de los antiguos miembros de las Farc confirma la presencia de los etarras en aquellas fechas y aporta datos adicionales sobre el asunto. El más explícito sobre esta primera estancia de miembros de Eta es Rubén, que fue miembro del Frente 19 y formó parte de la guardia de Iván Márquez, jefe del citado bloque y uno de los interlocutores de Eta.

Rubén relató a los policías españoles que a mediados de 2003 llegaron tres españoles, identificados como miembros de Eta, al campamento de Márquez para intercambiar instrucción con las Farc y que permanecieron durante tres meses.

Los etarras impartieron clases sobre el uso de explosivos, pero también recibieron adiestramiento en técnicas de combate o tiro, según Rubén, quien aseguró que al cabo de un tiempo vio en un informativo que uno de los que había conocido en esa época había sido detenido en España.

El ex fariano describió a los tres miembros de Eta —uno de unos 60 años, el segundo, detenido más tarde en España, de unos 27 y el tercero, de la misma edad, apodado Schumacher—. César aporta una referencia indirecta sobre este grupo de etarras ya que señala que, en 2003, fue enviado al campamento Ceniza, situado en el Estado venezolano de Zulia, y que el mismo día en que llegó a ese recinto de la guerrilla se marcharon varios miembros de Eta. El ex guerrillero encontró en el campamento un cuaderno de uno de los miembros de Eta con apuntes sobre el empleo de explosivos y los nombres de algunos de ellos.

El siguiente movimiento de etarras en campamentos de la guerrilla ubicados en territorio venezolano se detecta en 2006, según César: a principios de ese año, cuatro miembros de la banda Eta llegaron al campamento Malanga, de donde fueron trasladados a otra instalación denominada El Tigre y de ésta al campamento Las Pavas. Fue en este último donde los vio.

El papel de ‘Schumacher’

El relato de César incluye la descripción de los cuatro etarras, uno de ellos el conocido con el apodo de Schumacher, llamado así por el parecido con el piloto de Fórmula Uno, y otro apodado Carlos e identificado por el desmovilizado como José María Zaldúa Corta. Los otros dos tendrían unos 28 años en un caso y 30 en el otro. Carlos abandonó el campamento un mes después de llegar a él por encontrarse enfermo, aunque regresó 15 días más tarde. Entonces quien se marchó fue Schumacher. Los dos etarras sin apodo y Carlos estuvieron como alumnos en un curso de fuerzas especiales de las Farc organizado para medio centenar de guerrilleros y que se prolongó durante seis meses, aunque el supuesto Zaldúa Corta pasaba más tiempo con Iván Márquez que recibiendo instrucción.

A los miembros de las Farc los dos etarras les resultaron “muy flojos” por la poca resistencia física y porque llegaron a desmayarse cuando realizaban instrucción. Los miembros de Eta, por su parte, correspondían dando formación a los guerrilleros sobre el uso de explosivos tipo C-4, pentrita o RDX.

El adiestramiento impartido por los etarras incluía también indicaciones para la fabricación de dispositivos iniciadores, la preparación de coches bomba y de bombas lapa. A mediados de 2006, el curso terminó y los etarras se marcharon de los campamentos de las Farc. César contó también a los policías españoles que en mayo de 2007 vio de nuevo a Schumacher cuando éste volvió al campamento en el que permaneció durante tres días antes de marcharse de nuevo. Sabía, además, que a finales del mismo año otro español, supuesto miembro de Eta, había realizado un intercambio con la guerrilla durante dos meses.

Rubén afirma que a principios de 2008 vio a Schumacher. El miembro de Eta permaneció 15 días en el lugar. Un mes después Schumacher volvió al lugar acompañado en esta ocasión de Carlos para participar en la Escuela de Entrenamiento Militar Efraín Guzmán, que Márquez había creado en el campamento.

En julio de 2007, el jefe de Camilo, el comandante Nicolás Pizarro, le indicó que tenía que realizar un cursillo de explosivos, que se desarrolló en una finca denominada El Amparo, en la localidad venezolana de Guasdualito (estado de Apure), fronteriza con Colombia. Quince miembros de las Farc, además de cuatro jefes de escuadra de esta organización, y otros siete miembros del Frente Bolivariano de Liberación acudieron durante 20 días.

‘Martín Capa’, ficha clave

Uno de los miembros de Eta era apodado Martín Capa, de unos 43 años, mientras que el otro tendría entre 30 y 35. Los etarras sólo permanecieron una semana. El más joven de los dos etarras enseñó cómo fabricar un artefacto con cinco gramos de C-4 y con un teléfono que luego hizo estallar mediante una llamada. Según Camilo los etarras les enseñaron también “la realización de acciones consistentes en la colocación de paquetes y de lapas en vehículos con iniciación de fuego mediante teléfonos móviles”.

Martín Capa (según Camilo) era “bastante abierto” y conocía perfectamente Venezuela, la geografía y la política local. Su compañero, el etarra joven, era más reservado. “Ambos hablaban de que Eta y las Farc tenían coincidencias ideológicas importantes y mantenían relaciones de intercambio que se incrementarían en el futuro”. Eta iba a estar muy pendiente de las necesidades de las Farc y la intención era “globalizar la lucha”.

La policía española mostró a Camilo diversas fotos de etarras y el ex fariano reconoció a Iñaki Domínguez Achalandabaso como el individuo que utilizaba el apodo de Martín Capa. Entre 2006 ó 2007 a Patxo le encargaron recoger a varias personas en el aeropuerto de Santo Domingo, en la localidad de San Cristóbal, y trasladarlas hasta Guasdualito.

Al cabo de los días regresó y recogió a los dos hombres para conducirlos hasta la localidad de Coro, a unas nueve horas de distancia, en el estado de Falcón. En el punto de destino les estaban esperando en dos furgonetas, según el testigo, una mujer apodada La Negra, el miembro de Eta Arturo Cubillas, un tal Gualdrón (posiblemente el dirigente de las Farc Lucas Gualdrón), un individuo vestido de paisano y con un chaleco con el escudo de la Dirección de Inteligencia Militar, y un grupo de individuos armados que “a juzgar por sus conversaciones le parecieron militares venezolanos”.

La declaración de este testigo es el elemento central de la crisis que el auto de la Audiencia Nacional abrió entre España y Venezuela, ya que el episodio descrito por Patxo pondría de relieve la colaboración gubernamental de Caracas con Eta y las Farc.

Patxo reconoció fotográficamente a Arturo Cubillas Fontán como una de las personas que recibió en la localidad de Coro a los dos etarras que habían dado el cursillo. La fotografía mostrada al testigo es la única existente en los archivos de la policía española y tiene más de 25 años de antigüedad.

El relato del testigo sobre la cita con los supuestos militares señala que al llegar los dos etarras que él transportaba se bajaron del vehículo y “saludaron efusivamente” a Cubillas, a La Negra y a Lucas Gualdrón. “Gualdrón le facilitó unos pasaportes venezolanos a La Negra, quien se los entregó a los dos visitantes, devolviéndole éstos a su vez los pasaportes que portaban. La Negra se los entregó a Gualdrón, quien se los guardó”, añadió Patxo que identifica a la mujer como la española Remedios García Albert.

Prueba documental

Eta acredita la existencia de cursos de entrenamiento en Venezuela en 2008. El documento es un presupuesto de los gastos previstos por los diferentes aparatos de la banda terrorista. Figura uno de 4.000 euros para un “curso formación en Urano”. El nombre del planeta Urano es la clave utilizada por Eta en sus documentos más recientes para referirse a Venezuela. De los 4.000 euros presupuestados, la mitad estaban previstos para gastos de viaje y comida, lo que hace suponer que puede tratarse de un viaje en avión desde Europa. Éste es, probablemente, el único dato acreditado documentalmente de las relaciones entre Eta y las Farc en Venezuela.

La defensa de García Albert, que está encausada en otro sumario abierto por el juez Baltasar Garzón por supuesta colaboración con las Farc, niega que la mujer estuviera en Venezuela en las fechas citadas por el testigo.

EL ESPECTADOR (Colombia), 18/1/2011