Miquel Giménez-Vozpópuli

  • Podemos es un partido realmente revolucionario. Hasta la niñera de los Iglesias tiene cargo

Según denuncia una exabogada de la formación morada, como la Lirio, moradita de martirio, viene a resultar que los de Galapagar tienen una nanny de lujo. Nada menos que doña María Teresa Arévalo Carballo, diputada por el grupo podemita hasta el 2019, justo hasta que nació una bebita de los dos líderes de la revolución proletaria. Eso sí, la tata forma parte del Consejo Ciudadano Estatal, versión 2.0 del Soviet Supremo, es – no va de coña – asesora del Ministerio de Igualdad, con doña Irene al frente, y tiene a su cargo, además del asunto del pañal, la Secretaría de Políticas de Cuidados. Este último cargo parece razonable porque, al fin y a la postre, se cuida de los críos del dúo dinámico, y que me perdone mi admirado Ramón Arcusa, que esto no va con ellos.

No discutiremos la medida. La tata, tras perder su escaño, se quedó a dos velas y todo indica que el razonamiento de doña Irene fue: “Tranqui, tía, te cuidas de mi hija, te ponemos de asesora, y allá películas porque es súper fuerte”. Iglesias dice, más parco, que se trata de un acuerdo “privado”. Pos fale, pos dacuerdo por norabuena. Tampoco vamos a rasgarnos las vestiduras en un país en el que los amiguetes de Ábalos detentan cargos jugosos o el primer cuñado obtiene del político de turno una gabela cualquiera. Lo triste es que en el país en el que los bolivarianos hablan de la injusticia social, del amiguismo, de la corrupción y de la derecha fascista tengan una niñera a cargo del erario público. Una niñera al uso, dependiendo de horarios, continuidad o comunidad autónoma, se puede llevar al mes por cuarenta horas de trabajo unos mil trescientos y pico euros. Como mucho.

Según dicen, la cuidadora de la prole de Iglesias se llevaría 51.946 euros, un nivel treinta en la administración, y eso sin haber terminado sus estudios, lo que la convertiría en la nanny mejor pagada de España

¿Qué cobra la niñera de los Iglesias? En el 2020 fue nombrada jefa de gabinete adjunta. Eso supone cincuenta mil euros anuales. Según dicen, la cuidadora de la prole de Iglesias se llevaría 51.946 euros, un nivel treinta en la Administración, y eso sin haber terminado sus estudios, lo que la convertiría en la nanny mejor pagada de España. Si será fuerte la cosa que hasta dentro de Podemos se han alzado voces que critican abiertamente esta situación en la que, al parecer, a los del casoplón les parece bien que el personal a su servicio se lo pague el Estado. Ya se quejó en su día un chófer por considerar que se le obligaba a hacer encargos que no se correspondían con su trabajo. Para estos revolucionarios que ven series mientras sus compatriotas mueren del virus o pierden sus negocios, la gente sirve igual para un roto que para un descosido. Todavía recuerdo cómo hablaba Iglesias de las Kellys, las señoras de la limpieza, y cómo las defendía con pasión de culebrón venezolano, o cómo ahora quiere cargar contra el pobre ciudadano que tiene dos pisos, uno en el que reside y otro en alquiler, y le pretende crujir a multas si este, por lo que sea, se queda vacío. Que los que odian la propiedad privada la tengan tan integrada en su manera de actuar siempre será el mejor ejemplo de la hipocresía que tiene el ADN comunista. Que nadie tenga nada salvo yo y los que son míos. Ahí está resumida la política soviética, la del bolivarismo, la de todos aquellos que hablan en nombre del pueblo para luego exprimirlo como si fuese un limón caribeño, y nunca mejor dicho.

Como no podría ser de otra manera, me niego a creer que todo esto de la niñera sea cierto. Un auténtico comunista como Iglesias jamás caería en un trapicheo semejante porque la moral rogelia exige un altísimo nivel ético. De ahí que esto huela a conspiración de la derecha fascista en contubernio con los poderes mediáticos. Porque Pablo es incapaz de cometer semejante tropelía, como sería incapaz de marcharse a vivir fuera de su barrio de siempre en el que conoce al quiosquero, al que vende el pan, al vecino. No sería capaz de enchufar a sus ex o de gratinar una tarjeta de móvil para “proteger” a su propietaria, porque él es feminista, es un adelantado a su época, es heredero de la Segunda República y, sobre todo, es incapaz de decir una mentira al pueblo trabajador.

Vamos, digo yo.