TONIA ETXARRI-EL CORREO

El Congreso votará hoy la moción de ERC, tan oportuna como estrategia electoral, para que se reanude la «mesa de diálogo y negociación bilateral» entre los dos gobiernos en cuanto Cataluña tenga el suyo. Una plataforma que ERC quiere reactivar para hablar de la autodeterminación y la amnistía para sus condenados del ‘procés’. Es su fórmula para resolver el «conflicto político» que el gobierno de La Moncloa ha reconocido (palabra de Ábalos). Dos escenarios no contemplados en la Constitución y que, por lo tanto, desbordan los límites que dice Moncloa que se ha impuesto. Veremos.

Hace menos de un año, cuando Sánchez necesitaba a ERC (como la sigue necesitando), el partido de Junqueras le arrancó esta mesa. Entonces, un Rufián crecido dijo que «cada vez que vemos que Sánchez no puede elegir, que se siente débil, derrotado, se le puede llegar a sentar en una mesa de diálogo». Y en eso están ahora. Cobrándose la pieza prometida en campaña. Una baza que tanto puede beneficiar a ERC como perjudicar a los socialistas.

Con la mesa, ERC se presenta ante su electorado como un partido capaz de mantener el tarro de las esencias (defienden el referéndum de autodeterminación y la amnistía) y que obtiene réditos de su pragmatismo negociador. En comparación con Junts per Cat, instalados en el maximalismo. ¿Qué hizo el PSC en manifestaciones contra el secesionismo? Le vino a preguntar ayer Rufián en el Congreso a Miquel Iceta. Y el flamante ministro respondió que volvería a manifestarse contra la independencia a pesar de las compañías y que fue un error, por su parte, apoyar el derecho a decidir. Son los mensajes del péndulo de los socialistas. Enmendar la plana para recuperar a los votantes de Ciudadanos. Pero la recuperación de la mesa retrae a ese electorado. A medida que ERC va poniendo trampas en el camino a los socialistas éstos se apropian del discurso de Ciudadanos acusando a los independentistas de ignorar a la mitad de los catalanes.

Sánchez está ante un gran dilema. Para garantizarse su supervivencia hasta 2023, sigue necesitando a ERC. ¿Aspira a que el PSC gane a los independentistas o se resigna con una victoria digna pero no lo suficiente como para desplazar a ERC del bastón de mando? Con su favor a ERC, con la mesa, ya ha respondido a la pregunta.

Lo más gráfico del primer debate que mantuvieron los nueve candidatos en televisión fue la negativa tajante de ERC a pactar un Gobierno con los socialistas. El liberal Carrizosa preguntaba a Illa: «¿Puede decirme que no pactará con los que quieren volver a delinquir?». Y terció Pere Aragonés: «Ya le contesto yo. No llegaremos a ningún acuerdo con el PSC porque defendemos modelos contrapuestos». ¿Por qué será que no se les cree? Negar hasta votar.

A estas alturas de la campaña toca aparentar las discrepancias para movilizar el voto. Pero en un país donde se ha instalado la mentira como estrategia, las promesas electorales carecen de valor.