JUAN RAMÓN RALLO-EL CONFIDENCIAL
Siendo optimistas, necesitaremos 20 años de austeridad para reconducir nuestro endeudamiento público por debajo de los niveles alcanzados antes de la crisis
La deuda pública española lleva un lustro rondando el 100% del PIB. Y este año, con el cataclismo para las arcas públicas que ha supuesto el coronavirus, superará el 120% del PIB. De ahí que urja preparar un plan dirigido a estabilizar, y en la medida de lo posible reducir, nuestra peligrosa losa de pasivos estatales. No ya porque tanto el Banco de España, como la AIReF o la Comisión Europea nos lo requieran, sino también por nuestra propia prudencia financiera. Pero, ¿cuáles son los distintos caminos que tenemos disponibles para rebajar el peso de nuestra deuda en el PIB?
Comencemos por lo más básico. La ratio de deuda sobre PIB para cualquier año t es igual a la suma de dos términos: por un lado, el déficit primario del Estado y, por otro, la variación de la ratio histórica de deuda. El déficit primario no es más que la diferencia entre ingresos y gastos sin contar los intereses de la deuda; la variación de la ratio histórica de deuda no es más que el resultado de alterar la ratio deuda/PIB en t-1 según los intereses (i) devengados durante ese período y según el crecimiento nominal de la economía. Así, si descomponemos el crecimiento nominal en el producto del crecimiento real (g) por la tasa de inflación (π), podemos decir que:
A partir de esta fórmula, es fácil determinar las distintas vías que existen para rebajar la ratio deuda/PIB en el período t:
- Reducción del déficit primario: Cuanto menor sea el déficit primario (o cuanto mayor sea el superávit primario), menos se incrementa la ratio deuda/PIB. Las dos vías para disminuir el déficit primario son incrementar los ingresos públicos o recortar los gastos públicos. También cabría considerar en este apartado la liquidación de activos estatales que permita aumentar (extraordinariamente) los ingresos públicos para (idealmente) amortizar deuda.
- Reducción del interés medio de la deuda: Cuanto más bajo sea el interés medio de toda la deuda viva en t-1, menos aumentará la ratio deuda/PIB.
- Incremento de la tasa de crecimiento real: Cuanto más rápidamente se expanda la economía, más aumentará el PIB y más se diluirán los pasivos estatales dentro de ese mayor PIB.
- Incremento de la tasa de inflación: Dado que la deuda pública no suele estar indexada a la inflación, un incremento de la misma aumenta el PIB nominal sin revalorizar el ‘stock’ de deuda, lo que igualmente contribuye a minorar la ratio diluyendo la deuda nominalmente constante.
Por supuesto, todas estas variables están relacionadas entre sí: el déficit primario puede afectar a la tasa de crecimiento, que también afecta al déficit primario, la inflación esperada afecta a los tipos de interés a los que se refinancia la deuda, los tipos de interés pueden afectar a la inflación, etc. Sin embargo, la ecuación sí nos da cierta información estática sobre la combinación de variables que hemos de ambicionar.
Al finalizar 2020, la deuda pública española rondará el 120% del PIB y el tipo de interés medio de nuestra deuda pública se ubicará en torno al 2%
Así, cuando el coste medio de la deuda es inferior a la tasa de crecimiento nominal de la economía, los Estados podrán mantener un cierto déficit primario sin entrar en dinámicas explosivas de deuda. Por ejemplo, si partimos de un 100% de deuda sobre PIB, el tipo de interés medio es del 2% y la tasa de crecimiento nominal es del 5%, podríamos incurrir en un déficit primario de (aproximadamente) el 3% del PIB manteniéndonos en esa ratio de 100% de deuda sobre PIB. En cambio, si el coste de la deuda es superior al crecimiento nominal, tendremos sí o sí que amasar un superávit primario para compensar el expansivo peso de los intereses. Por ejemplo, si el tipo de interés medio fuera del 7,5% y la tasa de crecimiento nominal fuera del 5%, requeriríamos de un superávit primario de (aproximadamente) el 2,5% del PIB para estabilizar la ratio de deuda pública en el 100% del PIB.
Al finalizar 2020, la deuda pública española rondará el 120% del PIB y el tipo de interés medio de nuestra deuda pública se ubicará en torno al 2%. Eso significa que si durante la próxima década la tasa de inflación media fuera del 1% y la tasa de crecimiento real media fuera del 2%, lograríamos rebajar la ratio de deuda pública hasta aproximadamente el 110% del PIB… si mantuviéramos equilibrio presupuestario primario a lo largo de esa década. Si, en cambio, el déficit primario medio durante los próximos diez años es de, por ejemplo, el 4%, entonces terminaríamos la década con un 140% de deuda sobre PIB. Alternativamente, para reducir nuestro ‘stock’ de deuda pública sobre el PIB por debajo del 100% a lo largo de esos diez años, tendríamos que amasar un superávit primario medio del 1,25% del PIB.
Claramente, y la luz de los datos anteriores, no parece que esta próxima década vayamos a lograr sanearnos financieramente, de ahí que la AIReF pronostique que, en un escenario moderadamente optimista, necesitaremos 20 años de austeridad para reconducir nuestro endeudamiento público por debajo de los niveles alcanzados antes de la crisis. Sea como fuere, si no queremos caer en dinámicas explosivas de deuda, deberíamos volvernos extremadamente cuidadosos con la gestión de los ingresos y de los gastos públicos durante las próximas décadas.