Tonia Etxarri-El Correo

Vienen tiempos de parálisis institucional y económica. Entre la campaña, elecciones el 10-N y negociaciones vamos a perder otro medio año en el mejor de los casos. Constatada la incapacidad de los responsables de formar gobierno para cumplir con su obligación, la confrontación pivota ya sobre el reparto de culpas. ¿Quién es el responsable de la repetición de elecciones? Sánchez no se da por aludido. Y va sumando adversarios. Antes solo era el eje del mal, focalizado en el centro derecha. Ahora, su cerrazón le ha granjeado dos nuevos enemigos: un Podemos dolido y una ERC decepcionada. Todos contra Sánchez. ¿O es Sánchez contra todos?

Después del espectáculo ofrecido en los últimos días, queda una pregunta inquietante en el aire: ¿Cómo habrían llevado el PSOE y Unidas Podemos juntos el timón de este país si no han sido capaces de acordar ni un reparto de ministerios? Nos está tocando vivir tiempos de soberbia e incapacidad con la nueva clase política. Sánchez, para desviar el foco de su fracaso personal, se lava las manos como Pilatos, y dice que los demás le han fallado. Y que tenemos que volver a votar. A ver si esta vez acertamos y le damos esa mayoría que necesita. Lo nunca visto en democracia. Que un dirigente político riñera a los votantes por no haberse manifestado en las urnas con la claridad que a él le gustaría.

Ya están en campaña. Veremos si han aprendido algo después de estos meses estériles y bloqueados en donde la apariencia de negociaciones junto al intercambio de agravios (ha sido la primera vez que se ha vetado personalmente a un dirigente político) ha ido tapando las verdaderas intenciones electorales del inquilino en funciones de La Moncloa. Sánchez, Iglesias, Casado y Rivera no tienen el mismo grado de responsabilidad. Como ya señaló el líder del PSOE, desde la oposición cuando arremetió contra Rajoy por haber sido incapaz de concitar apoyos para ganar su investidura. Él, a diferencia de Rajoy, ha tenido la opción de pactar a dos bandas. Con la izquierda y con Ciudadanos. Y las despreció. Así es que unos han fracasado más que otros. Ya lo dijo John F. Kennedy: «El éxito tiene muchos padres pero el fracaso es huérfano». Unos han sido soberbios, otros incapaces. Y Sánchez ha frustrado el gobierno porque ha sido víctima de ambos defectos.

En la sesión de ayer en el Congreso, el presidente en funciones dio pistas de campaña. Se recoloca para atraer al votante moderado. En guardia, Ciudadanos. Y ya se ha puesto al frente de los defensores de la Constitución, es decir, de la unidad territorial. Adiós a los independentistas que le ayudaron a llegar a La Moncloa a través de una moción de censura, aunque resuenen los ecos de la protesta del PP de Casado por no haber facilitado un Gobierno constitucionalista en Navarra. Seguirá mimando al PNV. Pero Iglesias, humillado, ya no intentará confraternizar con Pedro.

Tanta vuelta a las urnas puede producir desentendimiento en la gente. No por ir a votar tan a menudo sino por constatar que se ha votado a unos incapaces que han confundido la fragmentación del Parlamento con la diversidad de siglas. ¿Aumentará la abstención con tanto hartazgo? La última palabra, las urnas. Aunque luego vienen los políticos con sus lecturas interesadas. Sánchez está convencido de que los votantes, el 28 de abril, eligieron un Gobierno de izquierdas y progresista. Lo repite como un mantra. Pero los electores votaron al PSOE, al PP, a Ciudadanos y a Podemos. Por este orden. Por mucho que Sánchez quiera alterar las casillas.