Luis Ventoso-ABC
- No quiero pagar con mis impuestos una televisión pública al servicio de una ideología
El Estado no se dedica a editar periódicos. Se consideraría un absurdo y una perversión de la democracia, porque los mandatarios los utilizarían para su propaganda. En los años cuarenta, el poder franquista instituyó la «prensa del Movimiento» para predicar su ideología. Llegó a editar el 32% de los periódicos españoles. Con la llegada de la democracia se procedió al lógico desmantelamiento de aquello. Entre las tareas de un Estado no figura hacer periódicos, labor que cumplen perfectamente los editores privados, cada uno desde su libre ideología.
Sin embargo, el Estado sí ha conservado radios y televisiones. La existencia de una televisión pública española solo puede justificarse argumentando que es necesaria para fomentar la lengua y la cultura españolas, para
ayudar a la industria audiovisual nacional y para ofertar una información neutral, lo más objetiva y aséptica posible. Pero la actual TVE muestra una creciente desafección por las ideas de España y lo español y está consagrada a fomentar una única manera de ver el mundo, el «progresismo». Sostenida por los impuestos de todos, en la práctica hostiga la ideología de la mitad de los españoles, tan legítima como el izquierdismo. ¿Por qué pagar por algo que persigue y desprecia tus ideas?
Ejemplos. El día en que el Supremo suspendió los permisos de los presos sediciosos, puse el Canal 24 Horas para seguir la noticia. Emitían el matinal que presenta la meteoróloga catalana Mónica López. El tertuliano que comentaba la nueva del Supremo en TVE era Joan Tardà, político de ERC, con su lazo amarillo y poniendo a parir a nuestra justicia. Yo no quiero pagar por una televisión pública «española» donde las noticias las comenta un dirigente separatista antiespañol. Ni por una cadena donde esa misma presentadora, López, endurece su rictus y sus preguntas cada vez que ha de entrevistar a un político del PP -véase su tercer grado a Ana Beltrán-, pero se deshace de amabilidad con los independentistas. Tampoco tengo claro que desee pagar por el nuevo magazine «progresista» previo a los telediarios del mediodía, imitación de La Sexta con la que TVE va convirtiéndose en La Sextita (para escarnio de muchos de sus excelentes profesionales). Mediaset, que no tira precisamente a la derecha, relevó en su día al responsable de ese programa por sectario, recordándole que el objetivo era «informar, que no formar, a los espectadores» y que «los presentadores han de tratar la información de manera objetiva».
Por su naturaleza, TVE debería buscar cierta neutralidad, como intenta la BBC, que incluso amonesta a sus periodistas si en sus cuentas particulares en las redes hacen comentarios de parte. Sufrimos una aberrante ocupación partidista de una institución de todos. Un mal endémico en la democracia española, que se repite también en las televisiones autonómicas -de derechas, nacionalistas y de izquierdas- todas sonrojantes botafumeiros del poder.