Carlos Sánchez-El Confidencial
- Rusia es el país más grande del mundo, pero representa apenas el 1,7% de la economía global. Sin embargo, su capacidad para desestabilizar el planeta es extraordinaria
La economía mundial se tambalea, y lo hace, aunque resulte sorprendente, por la influencia de una economía relativamente pequeña, como es la rusa (apenas el 1,7% del PIB mundial), pero con gran influencia para desestabilizar el planeta. No solo desde el ámbito geopolítico, también económico, gracias a sus ingentes reservas de hidrocarburos: gas y petróleo. Pero también porque la invasión de Ucrania ha cogido a la economía global sin haber cerrado todavía las heridas derivadas de la pandemia. En particular, los problemas en la cadena de suministros. ¿El resultado? La aversión al riesgo crece en vertical.
Tanto es así que en las próximas semanas todas las casas de coyuntura revisarán a la baja el PIB mundial, que el FMI situó para 2022 en el 4,9%, un punto por debajo del año anterior. Oxford Economics ha estimado que la crisis recortará el crecimiento en torno a dos décimas, una cifra que muy probablemente se quede corta.
La cuantía de la revisión, lógicamente, dependerá de la evolución del conflicto, pero el hecho de que la guerra haya inyectado enormes dosis de incertidumbre y de volatilidad en la economía global, lo que resta confianza a empresas y consumidores, es suficiente para provocar un frenazo. Amplificado por el alza de la energía y el consiguiente aumento de la inflación. A lo que hay que añadir el efecto que tiene la guerra sobre el mercado de materias primas. Rusia y Ucrania, como se sabe, son grandes exportadores de trigo y maíz, así como de metales esenciales, como paladio, aluminio y níquel, que se utilizan en la cadena de producción de muchas manufacturas, desde teléfonos móviles hasta automóviles.
La influencia de la crisis ucraniana alcanza también a los costes de transporte, en particular, las tarifas por mar y aire, que han iniciado una escalada. Gigantes como FourKites, que ha creado la mayor red de operadores multimodales de Europa, ya han estimado que los precios de los contenedores pueden llegar a duplicarse o triplicarse desde los 10.000 dólares actuales.
Cadenas de suministro
Los dos grupos de transporte de contenedores más grandes del mundo, MSC y Maersk, por su parte, ya han anunciado la suspensión de nuevos contratos de transporte desde y con destino a los puertos rusos, salvo para alimentos y productos médicos y humanitarios, lo que significa, lisa y llanamente, una nueva ola de interrupciones para las tensas cadenas de suministro globales. Antes lo habían hecho Ocean Network Express y Hapag-Lloyd. Las empresas de contenedores quieren evitar el riesgo de transportar carga sujeta a sanciones occidentales.
Maersk dijo que las sanciones a Rusia estaban comenzando a tener un impacto en el comercio, causando demoras y provocando la detención de la carga por parte de las autoridades aduaneras. Reino Unido, desde principios de la semana, ha prohibido la entrada a sus puertos de barcos rusos. La industria naviera, como ha recordado el FT, también se enfrenta a problemas adicionales debido a las dificultades para cambiar las tripulaciones rusas y ucranianas, que suponen el 14,5% de los marineros del planeta, según la Cámara Naviera Internacional.
Rusia, el país más grande del mundo con sus 17,1 millones de kilómetros cuadrados (34 veces España), ya ha cerrado su espacio aéreo a 36 países, lo que significa que los aviones de transporte tendrán que desviarse a rutas indirectas, algo que necesariamente aumentará los gastos en combustible y, posiblemente, obligará a reducir el tamaño de las cargas.
Ganan, obviamente, los países productores de hidrocarburos, pero el recorte de la renta disponible de los consumidores por el alza de la inflación reducirá el tamaño de esas ganancias adicionales. Paradójicamente, el alza de la energía beneficia a Rusia, que al mismo tiempo que bombardea Ucrania continúa bombeando gas y vendiendo petróleo a Occidente, también a China, que ha aumentado sus compras. Esto es así porque la Unión Europea necesita la energía rusa y Moscú no la vende gratis, algo que explica que el llamado ‘botón nuclear financiero’, la desconexión de la banca rusa del sistema Swift, el mecanismo de comunicación de operaciones interbancarias, haya resultado un tanto ‘light’.
El otro impacto tiene que ver con la normalización de la política monetaria que estaba en marcha. Los bancos centrales habían empezado a cambiar de guion a medida que las economías se han ido recuperando de la pandemia y los precios han repuntado, pero ahora, en este contexto, el dilema es inflación o crecimiento. O lo que es lo mismo, cómo hacer que el endurecimiento de la política monetaria no suponga un lastre del que luego Europa se arrepienta, como sucedió en 2011 cuando Trichet elevó en dos ocasiones los tipos de interés. No hay que olvidar que, como acaba de recordar Fabio Panetta, miembro del consejo ejecutivo del BCE, el 60% del aumento de los precios tiene que ver con la energía, lo que significa que el banco central va a remolque de lo que ocurra con el precio de los hidrocarburos.
Política monetaria
El BCE, que no ha elevado su principal tasa de depósito desde 2011, ha comprado más de 1,6 billones de euros en bonos del Gobierno de la eurozona bajo su esquema de compras de emergencia por la pandemia, y lo previsible era que ya este mismo mes de marzo comenzara a practicar una política monetaria menos acomodaticia.
La Reserva Federal está ante el mismo dilema, aunque en este caso lo tiene más fácil porque la economía de EEUU está en una fase del ciclo más adelantada. No así, economías como España, que es la más rezagada de la Unión Europea, lo que hace que cualquier movimiento al alza tenga unos efectos más negativos. Y lo más inmediato es que las rentabilidades de los bonos han vuelto a caer (los precios evolucionan en sentido inverso), lo que es una señal de que los inversores buscan activos refugio.
El bono alemán a 10 años ha llegado a perder 18 puntos básicos, hasta el 0% por primera vez desde enero cuando, a mediados de febrero, rondó el 0,30%. Hoy, como han recordado Francisco Vidal y Mariano Valderrama, analistas de CIMD Intermoney, los mercados descuentan, por primera vez en dos meses, subidas de tipos del BCE solo en 2023, y no a finales de 2022.
Una situación verdaderamente compleja que explica que los 31 países miembros de la Junta de Gobierno de la Agencia Internacional de Energía hayan decidido este martes liberar 60 millones de barriles de petróleo de sus reservas de emergencia para “enviar un mensaje unificado y fuerte a los mercados petroleros mundiales de que no habrá escasez de suministros como resultado de la invasión de Rusia a Ucrania”, aseguró la organización.
Los 60 millones de barriles suponen el 4% de los 1.500 millones de barriles de emergencia con que cuenta la AIE. Para poder analizar la trascendencia de esta medida, solo hay que tener en cuenta que se trata de la cuarta vez en la historia de la organización, creada en 1974, que se produce. Las anteriores ocasiones fueron en 2011, 2005 y 1991.
Rusia es el tercer mayor productor de petróleo del mundo y el mayor exportador. Sus ventas al exterior representan el 12% del comercio mundial. Alrededor del 60% de las exportaciones de petróleo de Rusia va a Europa y otro 20% a China. El gran problema para Europa es que Alemania no cuenta con plantas para importar gas licuado —España en esto es el país más aventajado— y la red de barcos para transportarlo en el mundo está dimensionada bajo la premisa de que Europa obtiene buena parte de su gas vía gasoducto, como sostienen los analistas de CIMD. La desestabilización está en marcha.