ABC 23/07/13
JUAN CARLOS GIRAUTA
Rajoy está obligado a dar explicaciones. Su espacio sociológico presenta un problema del que carecen socialistas y nacionalistas
SI Rajoy no comparece, mal; si comparece, peor. Tal se concluye de algunas finas críticas. «Nos va a dar gato por liebre», advierte un barcenólogo por otra parte serio y documentado. Preocupa que el presidente utilice ante el Congreso una EPA esperanzadora. Está claro que la comparecencia, en su formato «voluntario» y de amplio espectro (consagrada al análisis del marco económico y político), da más juego a Rajoy. Pero no mucho más.
No olvidemos que, para una gran parte de la opinión pública que incluye un segmento sustancial del electorado del PP, la crisis es total e indivisible. El monstruo, la quimera, exhibe un destrozo institucional, otro económico, otro ético. La oposición no deja de cumplir con su trabajo cuando aprieta las tuercas al jefe del ejecutivo, pero jamás podrá circunscribir la corrupción al centro derecha. Eso queda para los agitadores callejeros de la moral hemipléjica, pero no va a traer de vuelta a los millones de votantes socialistas que se le han ido al PSOE por el desagüe de su desdibujamiento nacional, de su insignificancia política, de su desastrosa etapa zapaterina, de su falta de proyecto y de sus querellas internas.
Lo de Bárcenas está por aclarar, y veremos hasta dónde puede llegar Rajoy, pero la España normal y sin carné quiere acabar con la quimera, con el monstruo entero. Y si no tolera la barcenada, tampoco traga ya con el régimen andaluz de todas las corruptelas, culmen de la fusión entre el partido y las instituciones, paradigma de la impunidad, el nepotismo y el amiguismo, orgía y rebatiña con el dinero de los parados. Un logro social.
Más sangrante resulta, si cabe, ver a los nacionalistas catalanes vestidos de pureza; de momento, los únicos a los que un juez apunta directamente como responsables de una trama organizada de saqueo de las arcas públicas. Creen que, con unas demostraciones callejeras y la bandera estrellada por capa, los estrellados se van a librar de la vergüenza. Presentan el mismo problema de campo visual que los socialistas: no ven el desagüe voraz por donde se les ha escapado el destino, la condición de gran partido central.
Rajoy está obligado a dar explicaciones. Su espacio sociológico presenta un problema del que carecen socialistas y nacionalistas: sus votantes son tan exigentes como la oposición. ¿Comprenderá el PP que en realidad se trata de una virtud? Lo es desde el punto de vista ético y lo es como signo de madurez democrática. Al liberal conservadurismo no le gustan los regímenes. Si Rajoy se va a enfrentar a la quimera en el Congreso, a vista de todos, cada parte del monstruoso cuerpo de la crisis debería ser exhibida, sin eludir las junturas entre el delito y las instituciones. Si, por el contrario, confía en alejar las sombras que se ciernen sobre el PP glosando una EPA trimestral, el desengaño y la desafección estarían justificados.