Luis Ventoso-ABC

  • La llamada presidencial a aparcar el partidismo duró lo que tomarse un cortado

Pregunta fácil: ¿Le compraría usted un coche usado a Sánchez? Yo tal vez sí (no se rían). Ahora bien, antes de cerrar la transacción me llevaría a revisar el vehículo a un perito experto, un par de mecánicos de oficio, un conductor profesional avezado y toda la sección de especialistas de Motor de ABC. Y aún así -ay- estoy seguro de que Sánchez me metería algún gol. Tras dos años de sanchismo, fiarse de la palabra de nuestro presidente supone un canto a la ilusión más naif, que evoca la irónica definición que hacía de las segunda nupcias el Dr. Johnson, osuno y genial ensayista inglés: «Casarse por segunda vez supone el triunfo de la esperanza sobre la experiencia».

Sánchez llegó a su cita con Isabel Ayuso en la Real Casa de Correos y fue saludado con abucheos en Sol (hecho que TVE no consideró informativamente interesante, pues tal vez no encajaba dentro de su esforzado folletín «Ayuso, Apocalypse Now»). Pero nuestro presidente tiene las espaldas anchas. Pese a los pitos entró con buen ánimo: «Vengo con ganas de arrimar el hombro». En la comparecencia junto a Ayuso, grandes apelaciones de Sánchez a la concordia: «Estamos en una lucha epidemiológica, no ideológica», toca «aparcar el partidismo».

Sensatas palabras. Que duraron lo que tardas en ventilarte un cortado. En un par de horas, PSOE y Podemos se sumaban a una manifestación el próximo domingo contra Ayuso por su gestión «errática, temeraria, sensible e incapaz». Lo hacían dos partidos de Gobierno que en la primera ola organizaban despliegues policiales en el barrio de Salamanca para cercar a los peligrosísimos «cayetanos», doscientos o trescientos vecinos que salían de lo más tranquis por las tardes con banderas españolas para quejarse de la gestión sanchista. Pedir concordia partidista con una mano y convocar manifestaciones contra Ayuso con la otra es tal incongruencia que Franco, el delegado del Gobierno socialista, rectificó y apeó formalmente al PSOE de la protesta del domingo. Pero su partido y Podemos siguen respaldando el manifiesto de la marcha. Es decir, instigarán la manifestación de manera informal.

La concordia de Sánchez continuó por todo lo alto. Adriana Lastra, que insólitamente es la vicesecretaria general del PSOE, acusó a Ayuso de «estigmatizar a los barrios trabajadores por motivos ideológicos y no sanitarios». Nuestra Adriana desvelaba así que Ayuso y Aguado, en el clímax de su acreditada perfidia, están diseñando un «apartheid» en los barrios humildes. Echenique calificaba de «segregadoras y clasistas» las medidas de Madrid. Nuestro vicepresidente Iglesias, fiel también a la concordia sanchista, animaba a acudir a «título individual» a la manifa anti Ayuso mientras presumía de gestión: «Estoy muy orgulloso del trabajo que hemos hecho con el PSOE» (en efecto: líderes europeos en contagios, tercera peor tasa de letalidad del planeta por millón de habitantes, segunda mayor caída del PIB del G-20 y un «escudo social» atascado e inoperativo).

Lo estoy pensando mejor. Me temo que no le compraría un coche usado a Sánchez. Y nuevo, tampoco.