IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- La UE se ha despertado con el ruido de los misiles rusos, ha dejado las muletas de las conveniencias egoístas nacionales y parece que se ha puesto hacia un futuro mejor
La necesidad era evidente y la UE va a responder con un plan ambicioso, coherente, preciso y exigente. Todo a la vez. Me refiero al Plan RepowerUE, elaborado por la Comisión Europea para cumplir el anhelo democrático de prescindir del petróleo y, lo que es mucho más complejo, del gas rusos en el abastecimiento energético de los países miembros. El plan es coherente porque habíamos llegado a una situación tan absurda como incomprensible. Enviamos mucho dinero a Ucrania para apoyar su esfuerzo bélico y para sanar las heridas humanitarias causadas por la guerra, con el objetivo de que no la pierda; mientras que dedicamos casi mil millones de euros al día a comprar esos productos a Rusia, lo que le permite seguir con la invasión y lo que impide a Ucrania ganarla. La economía rusa es débil y sin los dineros que le entregamos sería incapaz de mantener un esfuerzo de esta magnitud durante muchos meses.
El problema reside en que la UE, o al menos muchos de sus países miembros, son muy dependientes de Rusia en sus acopios energéticos -el 30% del gas y el 28% del petróleo que llega a la UE procede de Rusia-, y carecen de una alternativa real e indolora para eliminar esa dependencia, al menos en el corto y medio plazo.
Es coherente porque hace de la necesidad virtud y entona aquello de ‘a grandes males grandes remedios’. Por esa razón abre la puerta a una mayor producción de electricidad en centrales de carbón y a la ampliación de la vida útil de algunas centrales nucleares belgas y francesas, lo que necesitará una inversión de 5.000 millones y abrirá en canal la disputa ecologista. Tendremos que enfrentarnos a un nuevo combate entre las aspiraciones ecologistas y las necesidades prácticas. Un combate que solo puede ganar uno de los contendientes. Retoma el esfuerzo por el ahorro en el consumo, que había perdido fuelle en los últimos años, y da un nuevo impulso a las renovables con inversiones faraónicas de 86.000 millones en solar y eólicas, 37.000 en biometano y 27.000 en hidrógeno.
Tendremos que enfrentarnos a un nuevo combate entre las aspiraciones ecologistas y las necesidades prácticas
Es preciso porque contempla múltiples aspectos, se aleja de las grandes definiciones vacías de contenido y propone multitud de medidas de detalle. Entre ellas algunas tan novedosas como la exigencia legal de diversificación en el suministro de gas (existe en España), la compra conjunta y un Plan de Emergencia que decidirá los cortes que será necesario aplicar en casos de distorsión en los abastecimientos. Incluso contempla la posibilidad de poner límites a los precios del gas. Una idea que adelantó el Gobierno español, junto con el portugués, y que la UE terminó por aceptar a regañadientes, dada la distorsión que introduce en el mercado único (¿?) de la energía.
Es exigente, pues va a movilizar casi 300.000 millones de euros en los próximos cinco años, de los que 75.000 llegarán como subvenciones y el resto como préstamos. Y, quizás lo más reseñable sea la recuperación de los esfuerzos de ahorro y optimización energéticos, que se concretan en un amplio abanico de medidas que van desde la reducción de la velocidad permitida en las carreteras a la reducción de la temperatura en los termostatos. Y hasta el impulso a la utilización de la bicicleta como medio de transporte. Todo ello para ahorrar un 5% en el consumo europeo. ¿Una cifra modesta? No, una cifra enorme, que nos obliga a cambiar muchos comportamientos personales, no solo industriales, y que supondrá muchísimo dinero. Además, lo quiere hacer ya para el próximo invierno.
La UE se ha despertado con el ruido de los misiles rusos, ha dejado las muletas de las conveniencias egoístas nacionales y parece que se ha puesto hacia un futuro mejor.
Así que, por si acaso, compre mantas y fortalezca las piernas. Quizás las necesite.