Con condiciones

Si los socialistas piensan que el PNV ha aparcado sus proyectos soberanistas y que Batasuna está por la paz, pueden contarnos que Zapatero ha logrado la normalización de Euskadi. Y entonces, ¿para qué necesitamos al Gobierno del cambio? ¡Volvamos a los gobiernos transversales! Eso si que sería dar el ‘cambiazo’ del cambio.

El espejismo de un próximo fin de la violencia coincide con el momento más débil del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero en los últimos seis años y con la recuperación del protagonismo del PNV, tras haber perdido el control del gobierno de Ajuria Enea. La tentación de resolver de una tacada la soledad parlamentaria en el Congreso de los Diputados y la fragilidad del liderazgo, reflejada en todas las encuestas, con un golpe de suerte que acabe con ETA puede inducir al presidente a cometer graves errores en el momento más delicado de su legislatura.

La ‘asesoría’ del PNV, que ha aparecido en la escena como ‘salvador’ de la estabilidad del Gobierno español, no es el mejor aval para mantener la línea de firmeza en la derrota de ETA por tratarse, entre otras cosas, de un partido que oficialmente sigue mostrándose contrario a la ley de partidos y favorable a la legalización de Batasuna. El Gobierno pagó con 7 millones de euros y la liberación de un terrorista de Al-Qaida el fin del secuestro de los cooperantes en Mauritania. Son indicios de la predisposición de un Ejecutivo a ceder terreno con tal de lograr el éxito coyuntural. Una actitud que, sin duda, habrá sido observada con máxima atención por quienes han diseñado la estrategia envolvente en torno al fin de la violencia.

Contrarrestar el engañoso y enrevesado plan ofrecido por ETA, Batasuna y el polo soberanista requiere de un clima de serenidad, consenso y fortaleza en el Estado democrático que, hoy por hoy, comienza a ofrecer algunas fisuras. Son circunstancias que conocen perfectamente los terroristas y que, por esa razón, vuelven a tejer su tela de araña en la que el Gobierno ya cayó en 2006 retomando la idea de constituir una mesa de partidos «para resolver el conflicto». El debate sobre pacificación en foros extraparlamentarios que ha sido recuperado por el PNV fue rechazado ayer mismo desde Shanghai por el lehendakari López por considerarlo un ejercicio de «política ficción». Pero la música suena familiar porque recuerda tanto a otros cantos de sirena que la conservación de la unidad democrática lograda hasta ahora comienza a flaquear.

Con esta situación, nunca un partido vasco en la oposición tuvo tantos motivos para la celebración como el PNV, que ayer en su Alderdi Eguna mostró una actitud propia de quien ha retomado el mando sin necesidad de gobernar, gracias a Zapatero. La prueba del nueve se verificará en las elecciones municipales y forales. Si Batasuna logra presentar sus candidaturas y si se quedan con el control de las diputaciones forales las listas más votadas sin dejar margen a los partidos para pactar, tendrán que reconocer que ha habido negociación política. Y si, además de las transferencias, los socialistas desde La Moncloa (de momento, los vascos se resisten) empiezan a aceptar abrir un debate paralelo al Parlamento sobre «pacificación y normalización», tal y como quiere Egibar, se empezará a entender qué pintaba un ministro del Interior como Rubalcaba negociando con el PNV sobre presupuestos y transferencias.

Malos tiempos para Patxi López, que si no se resiste como hizo en La Moncloa el candidato de las primarias madrileñas Tomás Gomez, corre el peligro de ser otra víctima más de Zapatero en su obsesiva carrera por mantenerse en el poder. El presidente ha prescindido en los últimos años de algunos compañeros de partido (Maragall, Jordi Sevilla, Pedro Solbes, Jesús Caldera) y desplazado a otros parlamentarios brillantes como Ramón Jáuregui o López Aguilar. Ahora parece importarle poco sacrificar el liderazgo del lehendakari echando por tierra la importancia del Gobierno del cambio. El PNV lo sabe y está aprovechando su minuto de gloria. Tras el acto de ayer en el que no tuvo empacho a la hora de mezclar el fin de la violencia con la normalización, Urkullu se sabe ganador por goleada. Ha aprovechado la actitud desleal de Zapatero hacia el lehendakari para hacerse con el protagonismo de quien logra ‘sacar tajada’ para Euskadi sin necesidad del Gobierno.

Un mensaje inexacto, pero que pega con fuerza y que calará en la próxima campaña electoral. Zapatero tiene la suerte de contar con un lehendakari menos rebelde y menos autónomo que el catalán Montilla, pero quizá no ha valorado, o poco le importe, que el cambio pueda dejar de ser ya la gran conquista de la legislatura vasca. Si su política de vuelo bajo está pensando en pedir a Patxi López que capitalice electoralmente la carta del horizonte de la paz para compensar el desaire de las transferencias y que se resigne a aceptar al PNV como el socio de la nueva etapa, en La Moncloa podrán hablar de la recuperación de los nacionalistas para el Estatuto, aunque nadie se lo crea. Pero si los socialistas se conforman con la falsa idea de que el PNV ha aparcado sus proyectos soberanistas y que Batasuna está por la paz aunque ETA no haya cerrado la persiana, empezarán a contarnos que Zapatero ha logrado la normalización de Euskadi y ¿qué mayor cambio que eso?. La conclusión sería: si ya tenemos normalización, ¿para qué necesitamos al Gobierno del cambio con el PP? ¡Volvamos a los gobiernos transversales y todos (socialistas y nacionalistas) saldremos ganando!. Y eso si que sería de verdad dar el ‘cambiazo’ del cambio.

Tonia Etxarri, EL CORREO, 27/9/2010