Juan Carlos Girauta-ABC

  • Si el centro-derecha se equivoca en este momento será la derecha dura la que se consolidará

Insisto: el principal problema del centro-derecha es la inseguridad paralizante que le entra cuando camina por el terreno de las ideas. Esa falta de reacción -y el elogio de ella- impiden que fragüe el hormigón sociológico de una obra de diez millones de votos. Y sin ella, no volverá al gobierno en condiciones. No podrá invertir las tendencias territoriales disgregadoras, ni proteger lo bastante la Monarquía parlamentaria, ni regenerar las institucionales, ni proceder a las reformas estructurales en la economía, ni situarnos entre los protagonistas del futuro europeo, ni corregir la debacle educativa, ni abrirse a (y competir en) las transformaciones tecnológicas que -pasados todos los efectos de la pandemia- revolucionarán la vida en las ciudades, el trabajo, la salud.

En un círculo vicioso, el hormigón sociológico no fragua porque varios millones de las guijas pensantes necesarias para componerlo no creen que el centro-derecha vaya a hacer todas esas cosas. Y no lo cree por dos motivos. El primero es el recuerdo de cómo se desaprovechó una mayoría absoluta que habría permitido muchas de esas reformas. Puede ser injusto ya que Casado no es Rajoy, pero se empieza a percibir una actitud que constituye el segundo motivo: eludir los debates de fondo se interpreta como una asunción de inferioridad moral.

Una pena. Con lo fácil que es… El mayor trabajo, el de análisis y diagnóstico, ya está hecho. No hay que chocar con la izquierda constitucionalista, dondequiera que esté: se trata de describir a la Nueva Izquierda, de hacerle un retrato hiperrealista a cada ocasión disponible. Esa izquierda es irracionalista, vive dedicada a complacer, estimular y capitalizar la búsqueda de identidades colectivas, un trasunto barato de las viejas ideologías, pero dotado de su mismo potencial destructivo. La facilidad sería doble al instalarse el centro-derecha en una cómoda posición, la propia del psicólogo que le dice a su cliente: y ahora hablemos de ti.

En esos términos ganarán. Es imposible no ver lo que se somete a un foco despiadado. Y la Nueva Izquierda carece de recursos de confrontación más allá de insultos y consignas sectarias que se han gastado por el abuso. Las etiquetas que cuelga a discreción, y que tanto miedo provocan en los políticos del centro-derecha, son tigres de papel. No son ideas, son las «palabras como puños» que, insólitamente, el líder de los golpeados reprocha a su portadora de ideas por excelencia, una mujer que no se paraliza de miedo cuando se abre el campo de debate porque practica la técnica del retrato hiperrealista.

Con Cs vencido por donde nadie esperaba dado su pedigrí antinacionalista (la celebración de absurdas identidades colectivas), si el centro-derecha se equivoca en este momento será la derecha dura la que se consolidará por la simple razón de que no padece de temores paralizantes. Y entonces vendrá el llanto y el crujir de dientes.