Con permiso de Parmenio

Del Blog de Saniago Gonnzález

Hay algunos días, no todos, pero a veces ocurre, que la lectura de un comentario escrito por algún remero, me produce una gran admiración, acompañada quizá por una estimulante envidia. El domingo fue uno de esos días, al leer el comentario escrito por el remero de primera con remos de ébano e incrustaciones de marfil, Parmenio, Antonio Portero en la vida civil. Creo que nunca he leído en la extensión de folio y medio un análisis tan exacto y riguroso de la crisis y hundimiento electoral de Ciudadanos, del proceso por el cual el que muchos tuvimos por el partido más simpático del arco parlamentario se convirtió en el más antipático, autosuficiente y redicho, tan aficionado a impartir lecciones y a dar pautas de comportamiento. Incluso de organización interna. Así nacen las desafecciones: cuando no hay una sola rectificación, se impone la arrogancia, cuando un líder impone como requisito básico de quien aspire a hacer sociedad con él a que se organice mediante primarias y luego resuelva mediante pucherazo las propias, como sucedió con Silvia Clemente: hacer trampas para elegir a una tránsfuga del PP, mucho peor candidata que el candidato propio, Francisco Igea. En fin: omnes vulnerant, ultima necat. Así lo contó el grandísimo Parmenio el domingo por la noche:

Ciudadanos, la caída

Ciudadanos creció por su ejemplar actitud en Cataluña. Eran muy pocos pero no se callaban y decían lo que había que decir. Crecieron en Cataluña y crecieron en España. Y empezaron a dar lecciones a todo el mundo. Yo no he visto a un partido tan pesado con lo de dar lecciones a los demás. Y se fueron haciendo antipáticos. Y ayudaron a formar gobiernos regionales. Y más lecciones. Y más antipatía. Y ayudaron a formar gobiernos nacionales. Y le hacían la vida imposible a los del PP en Madrid y miraban para otro lado en la Andalucía de los ERE’s. Y fueron el partido más votado en Cataluña pero no intentaron formar gobierno. Y no explicaron por qué. Y empezó a gustarles lo de no explicar por qué. Y se negaban a aplicar el 155 según venía el golpe. Y cuando vino el golpe se negaban a aplicar un 155 de verdad y pidieron elecciones inmediatas. Y seguían dando lecciones. Y seguían siendo antipáticos. Y seguían sin explicar los porqués de sus cosas. Y, de pronto, se fueron todos de Cataluña. Y empezaron a hacer cosas raras en el partido. Y un sanedrín de cuatro muñequitos manifiestamente mejorables daba lecciones a los que habían construido el partido fuera de Cataluña. Y eran tan antipáticos hacia dentro como lo eran hacia afuera. Y daban pucherazos y lecciones a la vez. E imponían a personajes imposibles en las listas. Y no explicaban nada. Y ya eran el partido más antipático del mundo. Y, de pronto, se vieron en una situación en la que eran determinantes para formar gobierno nacional y se quedaron mudos. Y no explicaban por qué. Y hubo regionales y municipales y demostraron que su antipatía no tenía límites hasta el punto de poner en riesgo varias regiones y municipios. Y más lecciones. Y más antipatía. Y ni un porqué. Y se repitieron las generales y desaparecieron. Y siguen siendo muy antipáticos. Y siguen dando lecciones. Y siguen sin decir por qué.

Que conste que a mí me caen muy bien porque yo soy de natural borde y paso de dar explicaciones pero yo no aspiro a que la gente me quiera.

Por supuesto que hay motivos ideológicos en el colapso de C’s, un partido de socialistas buenos que intentó colonizar la derecha y, de pronto, se quedó colgando de la brocha. Y que los demás también juegan. Y que hay partidos nuevos que también dicen lo que hay que decir. Pero estos ojitos han visto a los ciudadaners imponer a sus socios de coalición democracia interna y luego montar unos pucherazos del demonio. He visto a una señora vicealcaldesa quejarse de que los podemitas les escracheen en el Orgullo y participar, acto seguido, en un escrache podemita a un mozo de VOX. He visto elaborar listas con el criterio de un mono con una pistola. Y son tan antipáticos y tan pesados con las lecciones que yo casi prefiero que no me cuenten sus porqués. Y eso que a mí me caen bien. A saber lo que piensan los que les tengan manía.