Jon Juaristi-ABC
- Antes que los problemas de concordia deberíamos resolver los de concordancia
El nombre vasco de la marihuana es ‘Jone Belarra’. En rigor, se trata más de un neologismo que de un fitónimo tradicional. ‘Jone’ es nombre que inventó Sabino Arana para que los vascos no tuvieran que decir ‘Juana’ (y femenino de ‘Jon’, que también inventó Sabino Arana para no tener que decir ‘Juan’).
Sabino Arana creía que la ‘e’ era un morfema de género femenino que existió en la lengua del Paraíso y que se perdió después del pecado original. Por eso nuestros primeros padres se llamaban Adán y Eve, como en francés (Eva es una deformación españolista). Sin embargo, sus hijos se llamaron Caín, Abel y Set. Qué decadencia.
El nombre tradicional de la marihuana en vasco sería ‘Juana Belarra’ (‘la Hierba Juana’), pero, traducido al abertzale, se dice ‘Jone Belarra’. Hay que tener cuidado a la hora de inventar nuevos palabros para las cuestiones de género, porque el «nuestres hijes» de Irene Montero no suena a género ‘trans’ en oídos abertzales, sino a femenino puro. Como en bable.
Para qué complicar las cosas, insisto. El vascuence no tiene morfema de género. ‘Hijo’ se dice ‘seme’, e ‘hija’, ‘alaba’, lo que Sabino Arana no se podía explicar, porque, según su teoría prehistórica, hijo debería ser ‘sama’, e ‘hija’, ‘elebe’. En fin, que el insulto (no el indulto) más español de la historia se dice en vasco ‘putaseme’ (masculino) y ‘putaalaba’ (femenino), correspondientes en vasco a las formas contractas españolas ‘hijoputa’ e ‘hijaputa’, por elisión de la preposición de. Verdad es que ‘putaalaba’ suena a sánscrito (como ‘Mahabharata’ o así). En cualquier caso, no hay que guiarse por cómo lo hacen los vascos (y vascas). La propia Real Academia Española define la ‘concordancia vizcaína’ como «concordancia gramatical defectuosa o incorrecta».
Se suele oponer ‘hideputa’ a ‘hidalgo’, pero, prescindiendo de su semántica, la estructura de ambas palabras es bastante parecida. Se trata, en ambos casos, de la fusión de un sintagma compuesto por la forma apocopada de ‘hijo’, seguida de la preposición de y de un sustantivo (o de un adverbio sustantivado, en el segundo caso). La palabra ‘hidalgo’, con todo, debe de ser más antigua que la otra, porque la encontramos muy documentada en textos medievales. En la literatura de nuestro Siglo de Oro, ‘hideputa’ hace su entrada triunfal en el Tratado Primero del ‘Lazarillo’, proferida por el padrastro del protagonista en tono festivo, ‘riendo’. Además, ‘hidalgo’ admite variante femenina, ‘hidalga’ (aunque de aparición tardía, y referida antes a la condición estamental o a la vivienda del hidalgo que a las mujeres de tal estamento). ‘Hideputa’, en cambio, no varía y concuerda por igual con el masculino, el femenino y todos los demás géneros habidos y por haber. Resulta perfecto como término inclusivo, pues puede aplicarse a cualquier colectivo, sea simple, mixto o abigarrado, como gobiernos y corporaciones de toda laya. Es más, sospecho que no hay un término más inclusivo en el español de España.