TONIA ETXARRI-EL CORREO

Resultaría ocioso insistir en el archivo del presidente del Gobierno por traicionar sus propias palabras con los indultos y el ‘procés’ si se pretendiera, simplemente, que se pusiera colorado ante la evidencia de su sumisión a los independentistas catalanes. Pero la oposición está persuadida de que la denuncia constante de su incomparecencia a la hora de defender al Estado constitucional acabará pasándole factura en las urnas. De ahí su empeño en dejar constancia de que los polémicos indultos a los condenados por sedición y malversación, contrarían el criterio de la Fiscalía y el Tribunal Supremo. Ayer en el Congreso, en donde el PP presentó su moción que resultó rechazada, tanto el presidente como Carmen Calvo se defendieron menospreciando a sus opositores. «No aportan nada, no significan nada, no pintan nada ni en el País Vasco ni en Cataluña», sentenció la vicepresidenta que siguió utilizando la parte por el todo, al más puro estilo independentista, para acusar a Arrimadas de «enfrentar a Cataluña con España». Cataluña y España. Vamos bien.

Ese fue el ambiente de concordia que este gobierno solo parece dispuesto a fomentar con los socios que están desafiando al Estado constitucional. No hay vuelta atrás. Indultos y mesa de negociación. Pero, a pesar de los esfuerzos de Sánchez para calmar la inflamación secesionista, la respuesta del presidente de la Generalitat ha sido el desprecio a las instituciones comunes. Porque, con el plantón al Rey en la cena del Círculo de Economía, eso es lo que Pere Aragonès quiso evidenciar ante sus incendiarios socios de Junts y la CUP. Otra cosa fue la reunión de trabajo con el presidente de Corea del Sur.

Pero se trata, por enésima vez, de humillar al Monarca. Hace unos meses, una facción del Gobierno de Sánchez dijo que el Rey estaba «maniobrando contra el gobierno». Y se llegó al extremo de que corear «viva el Rey» en un acto judicial al que se le había impedido ir al Monarca escandalizó al ministro del ramo. Ahora se vuelve a marcar al Rey con un desplante del presidente de la Generalitat, en vísperas de tener que firmar los indultos. Y La Moncloa entiende a ERC y le disculpa.

El mismo Rey que habló, en su decisivo discurso de octubre del 2017, de «deslealtad inadmisible» e «inaceptable intento de apropiación de las instituciones» por parte de los gobernantes catalanes, ahora tendrá que firmar sus indultos. Con esa firma, aquel discurso, pues, quedará oficialmente derogado. Difícilmente encontrará Sánchez comprensión en buena parte del electorado. Pero como no estamos en tiempo de elecciones, llegarán las medidas de gracia cuanto antes para que el paso del tiempo vaya adormeciendo la indignación ciudadana. Con los indultos bajo el brazo, Sánchez se reunirá con Pere Aragonès quien, previamente, habrá pasado por Waterloo para preparar con el fugado Puigdemont la reunión en La Moncloa. Después comparecerá ante el Congreso. Después. Con los hechos consumados. No habrá debate, pues, sino un ‘trágala’. Nueva etapa; sí. Pero no, precisamente, de concordia.