EL MUNDO 27/04/14
VICTORIA PREGO
Pues claro que es un abuso, pero resulta que es un abuso constitucionalizado porque así vinieron las cosas en su día y porque nunca en aquel tiempo hubo fuerza política ni moral lo bastante potente como para oponerse, sin un altísimo coste político, al reconocimiento de lo que, por mucho que esté en la Constitución, es un privilegio como la copa de un pino. Lo que pasa es que el planteamiento del líder catalán y de todos los que en el PSOE le secunden a partir de ahora, es una lamentable pérdida de tiempo.
Primero, porque no existe, ni de lejos, en España el clima político que se necesita para pensar en reformar la Constitución. Segundo, porque la hipotética derogación de ese privilegio comportaría un enfrentamiento brutal en el país en un momento en que bastantes tensiones centrífugas estamos ya padeciendo. Tercero, porque un debate de esa naturaleza lo único que va a conseguir es abrir en el Partido Socialista una grieta aún mayor de las que ya padece ese cuerpo político descoyuntado. Y, cuarto, porque lo que Cataluña requiere de Pere Navarro es que se dedique en cuerpo y alma a hacer propuestas verosímiles para sacar a su comunidad del atolladero en el que la han metido los independentistas, y no que nos obsequie cada poco con una nueva ocurrencia.
Nada que oponer a quienes defienden la igualdad de trato fiscal para todos los españoles y todas sus comunidades. Eso sería lo justo y lo razonable. Pero, en este momento, ese planteamiento no puede ser más que testimonial y, en cualquier caso, debe seguir siendo defendido tan sólo por quienes siempre han levantado esa bandera.
No, desde luego, por un político que parece estar huyendo de su propia sombra, que carece de una posición coherente y sólida en lo que a su comunidad se refiere, que está perdiendo apoyos electorales a chorros y que, en lugar de afianzar sus posiciones, se dedica a lanzar cometas al viento para que el público se entretenga un rato y le dedique unas horas de atención.
Puede que la salida del líder del PSC tenga buena acogida entre algunos catalanes, sobre todo entre quienes se han sentido despreciados en su pretensión de repetir el privilegio de navarros y vascos, que no otra cosa es lo que Artur Mas intentó disfrazar con el nombre de pacto fiscal. Pero no se sostiene que quien nunca ha sido beligerante contra ese pacto –que supondría otro descarado privilegio– venga ahora a oponerse a los que llevan casi 35 años operando al amparo de la Constitución. Si algún día llega en que todos los españoles reciban trato igual, no será desde luego gracias a las aportaciones de Navarro.