Confederal, pero menos

KEPA AULESTIA , EL CORREO 28/09/13

Kepa Aulestia
Kepa Aulestia

· La política tributaria continuará siendo durante unas cuantas semanas el escenario en el que los partidos vascos se empeñen en buscar su identidad.

El debate sobre la fiscalidad ha aflorado buena parte de las contradicciones en que se mueve la política partidaria en Euskadi, tanto en lo que respecta a las alianzas como en cuanto a la idea de país que alberga cada cual. A primera vista, el pacto alcanzado por el PNV y PSE-EE supondría la victoria de las tesis esgrimidas por Patxi López durante su mandato como lehendakari. Pero al lograr desde la oposición lo que no pudieron conseguir desde el Gobierno, los socialistas vascos dependerán de los frutos que ofrezca, de su extensión al conjunto de las instituciones, y de la anuencia que el pacto logre en la sociedad y entre los actores de la economía. Captada la instantánea el pasado 16 de septiembre, el PSE-EE no puede abandonar el ‘photocall’ de una responsabilidad condicionada, de entrada, por lo que el PNV haga con el acuerdo. La declaración de intenciones es tan prolija como inconcreta, por lo que requerirá muchísimo más que una firma y una votación. Aunque bien podría catalizar la última y definitiva fase de la metamorfosis que ha ido experimentando el PNV hasta convertirse en un partido tan socialdemócrata como el PSE-EE.

El tema de la fiscalidad ha desatado la inquietud de todas y cada una de las siglas del arco parlamentario. La necesidad del PP vasco de hacer valer tanto su presencia al frente de la Diputación alavesa como, sobre todo, su mayoría absoluta en el Gobierno de España llevaron a sus parlamentarios a abstenerse en la votación del pasado jueves en la Cámara vasca. Mientras, EH Bildu prefirió marcar distancias a la espera de confrontarse con unos y otros en las Juntas Generales. Una mayoría compuesta por el PNV, el PSE-EE y el PP podría decantarse en Gipuzkoa a favor de una presión fiscal más moderada que la que promueve la Diputación de Garitano. Mientras que en las juntas alavesas EH Bildu podría secundar una buena parte del acuerdo alcanzado entre el PNV y PSE-EE; a no ser que el PP salve la cara convirtiendo su abstención parlamentaria a la búsqueda de un punto de encuentro que dignifique su gobierno territorial.

En cualquier caso, la armonización resultante dibujaría un entrelazado tan de circunstancias que invitaría a otra suerte de ‘elusión fiscal’: la omisión o dilación al aplicar algunas de las medidas acordadas. El feliz encuentro puede comenzar a tambalearse a poco que se recuperen la economía y la recaudación. El «modelo vasco de bienestar», que reivindicó el socialismo gobernante y ahora lo hacen los jeltzales de regreso a Ajuria Enea, requiere paradójicamente que la fiscalidad en Euskadi se mantenga muy atenta a las fluctuaciones tributarias que emanen de Madrid o surjan en otras autonomías.

Por un momento pareció que tanto el debate sobre fiscalidad como la revisión del entramado institucional vasco podían exacerbar los ánimos foralistas. Al final han quedado los del PP y el ‘territorialismo’ sobrevenido de una EH Bildu que trata de conciliar Euskal Herria con su experimento guipuzcoano. Las afirmaciones de que los vizcaínos socorremos a guipuzcoanos y alaveses, de que los fueros de Álava no pueden verse sometidos al dictado foráneo o que Bizkaia ha de resistirse a que su hacienda sea dirigida desde Vitoria, han desaparecido de un día para otro.

Euskadi no es un remedo de república confederal con primer ministro y sin presidente; ni la naturaleza foral del Concierto y el Cupo ni la LTH dan para tanto. Pero la simplificación de la actual «arquitectura institucional», más que una necesidad de ahorro, es un requisito de eficiencia política. El ‘sobrecoste’ no se encuentra tanto en la duplicidad de servicios como en su matriz directiva y burocrática. Dos millones y poco de habitantes requerirían un entramado más diáfano. Porque el actual tampoco aporta contrapesos en términos democráticos ni mecanismos de control añadidos respecto al poder. Más bien contribuye a diluirlos en la trama institucional. Sería recomendable comenzar a desandar el camino evitando llamar ‘parlamento’ a las Juntas Generales.

Aunque hasta ayer mismo el nacionalismo jeltzale y algunos entusiastas de la ‘tercera vía’ hayan recurrido a los derechos históricos privativos de los territorios para reclamar el derecho a decidir, la foralidad representa al mismo tiempo un lastre para la concepción constitucional de la comunidad política y la última barrera que puede oponerse al soberanismo. El nuevo estatuto político promovido por Urkullu y su partido solo podría sostenerse sobre una concepción unitaria de la comunidad autónoma. De lo contrario aflorará el diferente colorido político de cada territorio. Es más, la sola pretensión de reformar el Estatuto hacia la asunción de mayores competencias sería impensable sin que, previa o paralelamente, se corrija el desarrollo interno del autogobierno.

La concepción cuasi confederal de Euskadi hunde sus raíces en el foralismo y en el bizkaitarrismo. El período de hegemonismo jeltzale lo consagró también como equilibrio interno para el PNV. La heterogeneidad territorial del actual mapa político favorecería que las cosas siguiesen como están. Los máximos de poder que en lo inmediato pueden alcanzar y mantener EH Bildu y el PP se circunscriben a Gipuzkoa y Álava respectivamente. Se trata de un reparto del que el PSE-EE se da por excluido, a no ser que un cambio de ciclo en la política española reavive sus expectativas alavesas.

Mientras, paradójicamente, el reparto territorial del poder contribuye a limitar la presencia institucional del PNV. Tanto desde el punto de vista del poder actualmente instituido como a la hora de impulsar un nuevo estatuto político para Euskadi, al PNV le interesa afianzar las instituciones comunes frente a su tradición foralista. Aunque la comprometida actualización y modificación de la Ley de Territorios Históricos para antes de que finalice 2015 puede acabar relegada si, por causas domésticas o contagio catalán, el PNV descongela de pronto su agenda soberanista.

KEPA AULESTIA , EL CORREO 28/09/13