Ignacio Camacho-ABC
- El absentismo de Sánchez ha dado lugar a una mancomunidad de autonomías que suplanta ‘de facto’ la autoridad del Estado
El Artículo 145 de la Constitución prohíbe en su primer apartado la federación de comunidades autónomas (salvo el portillo abierto a Navarra en la Transitoria Cuarta), si bien en el segundo admite fórmulas cooperativas de manera, por cierto, bastante imprecisa: se supone que han de estar recogidas en los estatutos respectivos o en su defecto autorizadas por las Cortes Generales. El lunes, sin embargo, se produjo un hecho insólito en las relaciones interterritoriales: varias autonomías del norte de España -tres de ellas socialistas- se coordinaron para adoptar similares medidas restrictivas de libertades ante la inhibición del Gobierno de Sánchez. Es decir, crearon sobre la marcha una suerte de confederación provisional ‘de facto’ que suplanta la autoridad del Estado y establece
un improvisado ámbito común de control sanitario. A saber: Navarra, La Rioja, Cantabria, Asturias y País Vasco. Pura física política, la teoría de la ocupación inercial de los espacios. Un sorprendente ensayo de autogestión mancomunada: la ‘descojogobernanza’ al cuadrado.
La iniciativa tiene sentido funcional porque se trata de regiones conectadas por una movilidad social intensa y resulta lógico que sus mandatarios se asocien para combatir juntos la pandemia. Pero constituye un fenómeno institucional de naturaleza inédita que abre la puerta a alianzas estratégicas constituidas sobre un vacío normativo en los márgenes del sistema. Y se produce porque el poder ejecutivo nacional ha desertado de sus responsabilidades y dimitido del ejercicio de sus competencias. Porque el dirigente que se apresuró a asumir por decreto facultades excepcionales de legitimidad incierta ha acabado por desaparecer sin explicaciones de la escena. Porque en su concepto de los deberes del cargo no parece entrar el de ocuparse de problemas que sólo ocasionen dolores de cabeza.
Hasta ahora se sospechaba que en el mandato sanchista subyace un proyecto de cambio constitucional fraudulento, basado en el texto y orillarlo en la práctica hasta reducirlo a un enunciado muerto. Pero el absentismo pandémico está propiciando una transformación espontánea de modelo a la que no logra poner freno el veredicto revocatorio del TC que niega a las comunidades la potestad de suspender o limitar derechos. De forma impremeditada asistimos al nacimiento de un ambiguo marco de confederalismo asimétrico en el que territorios diversos se conciertan por su cuenta y riesgo. Si ese proceso obedeciese a una intención podría entenderse como parte de un plan revisionista o una artimaña para sortear objeciones jurídicas, pero en este caso se trata de pura desidia. De desinterés, de galbana, de gandulería política mezclada con el tic populista de esquivar decisiones comprometidas. De la profunda anomalía de una nación dirigida por un presidente capaz de reconocer -ante Patxi López- que no sabía definirla.