IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

El Gobierno socio-comunista ha dejado clara en la primera semana su querencia hacia el ‘agitprop’. Repasemos:

1. No sólo es la originalidad de tener un vicepresidente que acude con vaqueros a su puesto de trabajo, como si esto fuera Israel, es que el Consejo de Ministros parece una estación de metro en hora punta. La multitud dará juego.

2. De momento, el nombramiento de la exministra Delgado para el cargo de Fiscal General lo ha dado en abundancia.

3. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha inhabilitado al president Torra; la Junta Electoral Central, en aplicación de esa condena ha decidido que ya no es diputado ni president y el Tribunal Supremo ha dicho que se aplique ya la sentencia, pero el gran desjudicializador ha decidido que Torra sigue al mando y que no tiene inconveniente en reunirse con él.

4. Todo ello compatible, claro, con la decisión de judicializar las medidas educativas adoptadas por el Gobierno murciano. Tanto es así, que la propia ministra Celáa, liberada de la insoportable carga de ser la portavoz, ha tenido que acudir en nuestra defensa y recordar que «los niños no pertenecen a sus padres». Lo cual no es más que una perogrullada, pues todos sabemos perfectamente que pertenecen a la Confederación Hidrográfica del Norte, las niñas; y al Servicio de Reforestación del Valle del Guadiana, los niños. Para una sola semana no está nada mal.

Pero eso no es todo. Tenemos por delante y bien cerca una serie de conflictos que se presentan como inevitables. Por razones de espacio me voy a referir tan sólo a los asuntos económicos.

Tenemos primero la fijación del techo de gasto. Las promesas ya emitidas necesitan unos 25.000 millones de euros y los ingresos anunciados sólo alcanzan a los 6.000 millones. ¿De dónde saldrá el resto? De momento ya le han encargado a la vicepresidenta Calviño que logre en Bruselas una nueva relajación de los compromisos adquiridos. Pero será muy difícil que consiga un aumento del déficit tan elevado, cuando nos están pidiendo lo contrario, que recuperemos este año los deberes de ajuste no realizados en el pasado ejercicio.

Tras el techo de gasto habrá que hacer unos presupuestos lo antes posible para eliminar la humillación que supone, para ministros que admiran a Stalin y envidian a Chávez, el tener que gobernar con unas cuentas redactadas nada menos que por Cristóbal Montoro. Y aquí, a pesar de toda su buena voluntad para estirar el gasto, hay poca manta para abrigar tantos pies. Algún ministro se quedará sin su juguete.

Más tarde llegará la subida del salario mínimo. Cuando el Banco de España aventuró que la subida anterior sería lesiva para el paro le cayó la del pulpo. Ahora, son varios los organismos -el BBVA y la CEOE por ejemplo-, que han cuantificado esa pérdida en varias decenas de miles de puestos de trabajo y el paso a la economía sumergida de otros muchos miles. La nueva subida incrementará el daño y será conflictiva. Como lo será la reforma de la legislación laboral. Primero habrá conflicto entre la ministra de trabajo, que es favorable a declararla en ruina, y la vicepresidenta Calviño, que sólo desea hacer retoques en la fachada.

Cuando tomemos aire habrá que lidiar con el sistema de pensiones. En su primer día de trabajo el Gobierno aprobó la subida, lo cual está muy bien, pero eso aumenta el desequilibrio de sus cuentas. No hay otro remedio más que buscar ingresos o reducir los gastos por algún otro lado. El ministro Escrivá sabe como hacerlo, pero no me parece sencillo que convenza a sus colegas de cosas como el aumento del periodo de cómputo para su cálculo y no digamos nada del retraso de la edad de jubilación.

Añada temas ‘menores’, como la defensa de nuestras exportaciones a EE UU, amenazadas por la ira represora del presidente Trump, o las nuevas normas anunciadas en el Impuesto sobre Sociedades, algunas de las cuales pisotean la doble imposición, y en el IRPF y verán un panorama ciertamente entretenido. Y recuerde que, a partir de la primera mitad del primer párrafo, no he citado a Cataluña ni al conflicto territorial que vendrá después, ni la necesaria reforma de las instituciones del Estado, etc. Pues nada, a disfrutarlo que hoy, aunque llueva, es domingo.