Constitucionalismo

El éxito del homenaje a la Constitución celebrado en Bilbao el sábado pasado, da pie al autor para analizar la emergencia de este fenómeno social, que podría llegar a condicionar las estrategias de los dos principales partidos españoles

La estrategia de ETA encaminada a silenciar a una parte de la sociedad vasca y la radicalización del nacionalismo institucional han provocado como respuesta la aparición de un movimiento constitucionalista organizado. No es, como pueden creer algunos, la prolongación del PP o del PSOE. Al contrario, tiene capacidad para condicionar hasta cierto punto a estas formaciones. Está por encima de estos partidos, aunque identificado con ambos. Se nutre de militantes de uno y otro, pero no sólo de ellos. Ese movimiento ha creado sus propias organizaciones, ha hecho emerger nuevos líderes sociales, está tejiendo una nueva red asociativa y muestra una capacidad notable de movilización. Esto último es algo insólito y novedoso porque hasta los adversarios del nacionalismo habían interiorizado que sin éste no había forma de sacar gente a la calle.

El constitucionalismo ha reforzado la tradicional pluralidad de la sociedad vasca y se ha convertido en un actor político cuya presencia no va a poder ser ignorada en el futuro. Las cúpulas nacionalistas se resisten todavía a admitirlo y prefieren creer que se trata de «pesebres». Pero sí se han dado cuenta de que se les ha perdido el miedo reverencial de antaño y eso les inquieta y les descoloca.

Estos nuevos agentes ratifican sin complejos la validez de la Constitución y el Estatuto. Consideran que ha habido una deslealtad por parte de aquellos que más beneficiados han salido política, social y personalmente del modelo autonómico de los últimos veintitrés años y se sienten engañados por la radicalización nacionalista. Frente al proyecto de Ibarretxe se han plantado en la defensa de las instituciones actualmente existentes porque no encuentran ningún motivo para cambiarlas. No admiten que el cambio sea el precio que haya que pagar por la paz. Creen que ese precio ya lo pagaron en 1979 y todavía no han recibido la mercancía acordada. No aceptan que deban pagar dos veces por el mismo producto y encima sin garantía de conseguirlo nunca.

El autogobierno no son sólo los símbolos, sino también concretos intereses materiales. Las lentejas, vamos, porque no sólo del fuero vive el hombre. También cuenta, más de lo que se quiere admitir, el huevo. No hay más que ver de donde salieron gran parte de los votos que PNV y EA robaron a Batasuna en las últimas elecciones autonómicas.

Ibarretxe dice que a más soberanía mayor bienestar. ¿Para quién? ¿Para quienes no pueden aspirar a entrar en el sector público o han sido expulsados de él porque sus conocimientos de euskera no estaban al nivel de lo requerido? ¿Para aquellos cuyo trabajo en la empresa privada peligra por criticar a los nacionalistas? Eso también inquieta.

Florencio Domínguez en EL CORREO, 27/1/2003