Construyendo el Estado islámico de Siria

EL MUNDO 09/01/13

Las fuerzas de esta orientación religiosa dominan el norte de la provincia de Idlib.
Prestan asistencia a los desplazados y han establecido centros de enseñanza del Corán.

Los niños se reúnen en una decena de halaqat (corros). Sentados en la alfombra de la mezquita. Cada grupo se arremolina en torno a su profesor que les enseña a declamar el último capítulo del Corán. «En el nombre de Alá, el misericordioso, el compasivo», clama uno de los chicos.A sus 14 años, Mohamed Mustafa, que procede de Latakia, ya tiene claro por qué quiere aprenderse de memoria el libro sagrado del islam. «El Corán es la palabra de Dios y me permitirá entrar al paraíso».

El muchacho es uno de los 125 pequeños que acuden desde hace poco más de un mes y medio a la nueva escuela coránica de Sarmada. «Bashar quiso que el pueblo se olvidara del islam. Nosotros queremos establecer una sociedad nueva, que acepte el Corán porque es símbolo de la justicia», explica Abu Jamaa, uno de los maestros, de 41 años.

La escuela coránica de Sarmada es sólo un signo. Hay otros muchos. Las banderas islamistas, negras y blancas con versos del Corán, proliferan tanto en la provincia de Idlib -donde está ubicada Sarmada- como la enseña tricolor de la revuelta. Lo mismo que las cintas con «No hay más Dios que Alá» que portan muchos combatientes en la frente.

La propia sede del comité de emergencia de la Brigada Ahrar al Sham (Libres de Levante) y la de sus aliados de Al Haq (Las Brigadas de Dios) es un reflejo del significativo giro que está registrando esta región del norte de Siria. Antes era una zona de descanso con bar y piscina. Los activistas han emborronado con pintura la palabra bar. «Ahora es la cocina de los guerrilleros», asevera con orgullo Abu Bakar, un joven de 22 años que regresó a Siria desechando un cómodo empleo en Dubai. «Me ofrecieron una promoción y un aumento de sueldo pero lo rechacé. Es el momento de la guerra santa», asegura.

Los militantes han creado una pequeña librería donde proliferan los textos religiosos y títulos de Mohamed Bin Abdul Wahab -el creador del wahabismo, la ideología que rige en Arabia Saudí-, o del jeque Abu Basir al Tartusi, uno de los principales líderes espirituales del salafismo yihadista.

Tanto los integrantes de Ahrar al Sham como los de Al Haq forman parte desde el pasado 21 de diciembre del Frente Islámico Sirio (FIS), una coalición que se creó en esa fecha y que acoge a 11 facciones armadas islamistas que actúan al margen del Ejército Libre de Siria (ELS). Sus dirigentes no esconden su objetivo final: derrocar a Bashar Asad para establecer después un Estado islámico. «La solución idónea para Siria es la aplicación de la sharia [ley islámica]», aclara Abu Yaser, un miembro de la dirección política del FIS y también de Al Haq.

El establecimiento del FIS y la pujanza en regiones como Idlib, Alepo o Deir ez Zor de formaciones de la misma orientación religiosa como Jabhat al Nusra no sólo contradice la percepción general de la preeminencia del ELS en la guerra contra el régimen de Bashar Asad, sino que aboca a EEUU y otros países aliados a lidiar con una realidad contraria a sus intereses políticos.

Washington decidió incluir en diciembre a Al Nusra en su lista de organizaciones «terroristas» tras vincularla con Al Qaeda y achacarle «cerca de 600 ataques terroristas, que mataron e hirieron a cientos de sirios», según se leía en el comunicado oficial. Un gesto que provocó en Siria manifestaciones de apoyo al movimiento salafista. «Todos somos Jabhat al Nusra», fue el lema de una de las movilizaciones populares.

La cúpula del FIS coincide en el rechazo a la medida de Estados Unidos y elogia el comportamiento de Al Nusra, con los que suelen combinar sus fuerzas para lanzar ofensivas como la reciente acometida contra el aeropuerto de Taftanaz. «¿Por qué el régimen sigue con su representante ante la ONU mientras sigue masacrando a la población? ¿Quién es aquí el terrorista?», inquiere Tamim Ashami, uno de los portavoces de Ahrar al Sham.

Para Abu Yaber Al Ansari, uno de los responsables del abastecimiento logístico de Al Haq y antiguo director de una agencia de publicidad, «Al Nusra nunca tuvo nada que ver con el Estado islámico de Irak [Al Qaeda] y está evitando los errores que se cometieron allí. Aquí gozan del apoyo popular porque ayudan a la gente».

La dirección del FIS permitió a este diario acompañar a sus militantes durante tres días en un raro gesto que marca una clara diferencia con la actitud de estas facciones islamistas en Irak. Sus jefes de filas son conscientes del resquemor que genera en Occidente el término Estado islámico, que se asocia a las exacciones de los talibán o de Al Qaeda en la nación iraquí.

Por ello, han decidido explicar en qué consiste su proyecto, al tiempo que han adoptado acciones como el rescate de un equipo de periodistas norteamericanos de la NBC secuestrados por un grupo afín a Damasco. «No fue el ELS. Fuimos nosotros, pese a las diferencias ideológicas que tenemos con el Gobierno de EEUU», precisa Abu Abbas, uno de los jefes de filas de Ahrar. «El pueblo sirio se vio abandonado por todo el mundo y se refugió en la religión. Han visto que los islamistas somos los que realmente les defendemos», observa Abu Eizeldin, otro integrante de la cúpula política del FIS.

Eizeldin asevera que Occidente cometió un error «histórico» al ignorar las peticiones de ayuda de los opositores sirios al inicio de la revuelta. «Podrían haber encontrado a un pueblo árabe dispuesto a tratar con ellos como socios reales, no como marionetas como hasta ahora», apunta. Abu Yaber Al Ansari le secunda. Pero agradece a «Alá» lo ocurrido. «No nos ayudaron y la democracia quedó en evidencia».

Para Occidente las interrogantes que plantea una teocracia son infinitas. ¿Qué pasará con las minorías de otra religión como los cristianos? ¿Cuál será el papel de la mujer en ese Estado? «Las minorías se gobernarán con sus leyes en cuestiones como matrimonio, herencia, etc.. En un Estado islámico la mayoría tiene que proteger a las minorías. El profeta dijo que aquel que mata a un no musulmán que vive entre musulmanes no olerá el paraíso el día del juicio final», indica Eizeldin. Abu Yaber al Ansari asegura que Europa y EEUU tienen «una imagen distorsionada del islam. Sólo atacamos a los que nos atacan. Tenemos que ser justos con el resto de las religiones».

Respecto a las mujeres, el FIS carece de un plan concreto o de una sección femenina como ocurre con otras formaciones islamistas como los Hermanos Musulmanes. «La mujer tendrá un papel muy importante en nuestro Estado. Queremos reforzar su presencia en hospitales y en los colegios, pero no podemos olvidar que estamos en guerra. No podemos correr el riesgo de que las secuestren los shabiha [milicias leales a Bashar]», asevera Tamim Ashami.

La guerra civil patrocinada por el régimen sirio ha generado tal devastación en el país que ahora la población se mueve por preguntas muy básicas: ¿Quién me ataca? ¿Quién me defiende? ¿Quién me ayuda? ¿Quién no lo hace? Los grupos islamistas no sólo han confirmado su pujanza convirtiéndose en la vanguardia de muchos de los últimos éxitos militares de los opositores. También han comprendido el poderoso elemento de captación de adhesiones que representa la asistencia a los cientos de miles de desplazados que malviven en el territorio sirio.

En la oficina de emergencia de Ahrar al Sham -Al Nusra también dispone de una sección dedicada a la asistencia a los más desfavorecidos-, se apilan cientos de tiendas de campaña donadas por Arabia Saudí, agua embotellada, alimentos y mantas, que envió la ONG turca IHH. Según Abu Ibrahim, su equipo de voluntarios asiste al menos a una veintena de aldeas del norte de Idlib desde hace siete meses.

Esta jornada el joven sirio se desplaza con un camión cargado de mantas. El vehículo porta una enorme bandera que identifica la filiación de sus pasajeros y una leyenda que dice: «La nación es un solo cuerpo», basada en un dicho de Mohamed. El equipo de Abu Ibrahim viste camisetas blancas con el logo de Ahrar y el mismo mensaje.

La primera parada es un conglomerado de antiguos restaurantes y tiendas en los accesos de Sarmada. El ejército la utilizó como posición hasta que fue desalojado de ella el año pasado. Las ruinas de los edificios, rasgados por la metralla, son ahora refugio para toda una plétora de huidos. La presencia del pequeño convoy genera una aglomeración inmediata. El invierno, la ausencia casi total de electricidad -dos horas por día en esta región- y el ingente coste del escaso combustible que hay en la zona han convertido unas simples mantas en objeto de lujo. «¡Por favor, somos cuatro! ¡Por favor!».

La ruta incluye también dos escuelas de la aldea de Kfar Derian reconvertidas en asilo para civiles que huyeron de Alepo. En el primero residen siete familias. Una por aula. Duermen en el suelo y se calientan con ramas de arbustos. El departamento de Abu Ibrahim se encarga también de abastecer de harina a una de las panaderías que todavía funciona. Eso ha permitido al recinto mantener la hogaza de pan al mismo precio que tenía antes: 15 liras sirias (0,16 céntimos de euro).

El FIS ha diseñado todo un proyecto de Estado que está comenzado a edificar en regiones como Idlib. Policía, tribunales islámicos, colegios… «No queremos concentrarnos sólo en el sector militar. Somos un proyecto dirigido a renovar esta sociedad y crear una islámica y, por eso, otorgamos una gran importancia a la enseñanza y los servicios sociales», sostiene Tamim Ashami.

Sus dirigentes dicen disponer de 20.000 combatientes. Tanto Ahrar, como Al Haq o Nusra admiten que en sus filas pelean extranjeros pero «en un número muy pequeño», puntualiza Abu Yaser. Durante la visita a las instalaciones de ambos grupos, este periodista se cruzó con algunos voluntarios saudíes y libios.

A diferencia del ELS no todo el mundo puede acceder a sus filas. El FIS exige una recomendación de clérigos o personajes afines a su movimiento. «El ELS aceptó a todo tipo de gente. Por eso se les acusa de robos y otros abusos. Nosotros protegemos las instalaciones que capturamos. Tras la caída del régimen tendremos que limpiar también las filas de los revolucionarios», concluye Abu Yaber Al Ansari.

EL MUNDO 09/01/13