DAVID GISTAU-El Mundo
LA VIRTUD higiénica de este fracaso es que ya nadie volverá a tomarse en serio el cotarro partitocrático. Ir a votar es, cada vez más, un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Incluso para aquellos que, hartos, experimentan con charlatanes nuevos que traen promesas curativas. La mezcla de inepcia y mezquindad que caracteriza el atoramiento español se lo lleva todo por delante como aquella cuchilla purgante con la que fantaseaba Podemos antes de integrarse como parte del problema, absorbido por el sistema que se propuso combatir y que apacigua almas bravas dotándolas de chalés y covachuelas.
En pelota picada quedan los trincones que consideran los recursos del Estado una parte del botín, los logreros, los susurradores que esparcen cizaña y añagazas, que trafican con información, y cuya importancia adquirida lo dice todo en cuanto a la decadencia de las cosas trascendentales, incluido el concepto de bien superior. De estas criaturas de despacho, mi favorita es el asesor que jamás filtra una información sin agregar, al final del wasap, que el precio a pagar es citarlo a él como la inteligencia que todo lo orquesta.
Sólo queda un detalle por resolver: durante las consultas, arrastrar al Rey al fracaso para que tampoco él se libre de la erosión institucional y así ésta sea completa. Para ello, Pablo Iglesias tenía pensado un plan que a lo mejor se le ocurrió viendo Juego de tronos, el equivalente al manual de instrucciones para príncipes de Maquiavelo que usa él para moverse en estos trances y para tutearse con los perfiles de moneda. Iglesias quería sacar al Rey de la neutralidad y convertirlo, como pieza instrumental, en un negociador de Podemos que debería utilizar su autoridad para coaccionar a Sánchez e imponerle la coalición anhelada. Nada más habría hecho falta para asegurar que también el Rey, como los demás, hace el ridículo y, por añadidura, falta a las obligaciones constitucionales inherentes a su cargo, algo con lo que ya amagó, quién sabe si por tener la guardia baja durante una ocasión ligera, en el posado estival. Mientras cabe preguntarse cuántas guillotinas pediría Pablo Iglesias si el Rey abandonara su neutralidad para amañar una coalición de derechas, proponemos a FB6 que vaya eligiendo entre estas dos frases del acervo español para cuando terminen las consultas: «Joder, qué tropa» o «Estoy hasta los cojones de todos nosotros».