Jesús Casquete, Luis Castells y Gaizka Fernández-El Correo
HISTORIADORES
- La segunda fuerza política vasca es incapaz de condenar a ETA y sigue alimentando mitos como el de que hubo un conflicto con dos ‘bandos’
En un texto publicado en 2005, ‘¿Por qué hablamos de memoria cuando queremos decir historia?’, Juan José Carreras, maestro del gremio, escribió una reflexión que merece la pena volver a leer. «Hay un peligro que se ha de evitar siempre: la pérdida del contexto y la igualación de las memorias, lo que Régine Robin llamó la ‘gran nivelación’. Se le ocurrió el término a esta historiadora al contemplar, en unas vitrinas de una exposición en un museo de Berlín, los objetos que recordaban las penalidades sufridas por los soldados rasos, rusos y alemanes, en la batalla de Stalingrado. El discurso que resultaba del conjunto podía resumirse en una sola frase: «en Stalingrado todos pasaron frío». Después de fenómenos de intensa violencia política, apelar al sufrimiento compartido obviando los hechos históricos es una forma cómoda pero falaz de mirar hacia atrás. Y es la antesala de pasar la página sin haberla leído, sin haber comprendido la lección.
Desde luego, Euskadi no es Stalingrado, pero el debate sobre qué hacer con un «pasado sucio», por utilizar el título del último libro de José Álvarez Junco, es parecido. No se trata de un hecho diferencial, sino universal. La historia contemporánea está plagada de sucesos sangrientos, por lo que diversas sociedades han tenido que enfrentarse al mismo dilema. Por ejemplo, países como Alemania, Austria, Holanda, Francia, Italia o Japón tras la Segunda Guerra Mundial o más recientemente España tras el franquismo.
Todo esto viene a cuento de la polémica en torno a los trabajos de «memoria reciente» que la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha elaborado por encargo de varios municipios vascos, especialmente para Galdakao, que es donde se ha levantado la liebre. Considerando que todos padecieron de algún modo el llamado «conflicto vasco», han integrado en una misma base de datos, consultable ‘online’, a víctimas del terrorismo y a sus verdugos. Como muestra del resultado, un botón: el dirigente de ETA Francisco Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, condenado por múltiples asesinatos, aparece al lado del policía municipal Eloy García Cambra, al que esa organización mató en 1972. Es una fórmula que blanquea a los perpetradores y, por tanto, es moralmente intolerable.
Pensemos en el ejemplo que damos a los jóvenes a través de estas acciones. No es un tema menor. Es una iniciativa amparada por una institución pública donde se desdibuja el concepto de víctima hasta hacerlo irreconocible. Si las nuevas generaciones ven que lo que se transmite en la escuela sobre valores cívicos y democráticos, fundado en la reflexión crítica sobre los problemas de nuestro tiempo, no lo cumplen ni instituciones cercanas, ¿qué podemos esperar?
Herramientas como las que le encargan a Aranzadi no tienen que ver con la historiografía. Para empezar, carece de aceptación académica el término «memoria reciente», bajo el cual se quiere englobar todo tipo de episodios ocurridos en el último medio siglo, desde atentados terroristas, a los que evitan llamar por su nombre, hasta la huida de la justicia de autores materiales de asesinatos, secuestros y otros delitos. Además, la historia no es una mera superposición de nombres y datos descontextualizados. Basada en la búsqueda y el cotejo de las fuentes disponibles y en una cronología bien establecida, incluye un desarrollo del objeto de estudio y unas conclusiones. Más que a una memoria pretendidamente integradora, Aranzadi esta vez contribuye al recuerdo selectivo. Tan importante es lo que dicen como lo que omiten: no dan información sobre los crímenes por los que fueron condenados ‘Txapote’, Jon Bienzobas o el resto de etarras de Galdakao que aparecen en la web.
El problema de fondo es que la segunda fuerza política vasca es incapaz de condenar a ETA y sigue alimentando mitos como el de su legitimidad de origen o el de que hubo un conflicto con dos ‘bandos’. La izquierda abertzale ha asumido que es políticamente más rentable apelar a «todas las memorias» y a «todos los sufrimientos» que justificar explícitamente a ETA. Aranzadi, de la mano de determinados autores, produce un relato nivelador con un marchamo pretendidamente científico.
Al trascender lo de Galdakao, su alcalde, de EH Bildu, ha salido a defender a Aranzadi y a asegurar que siguen criterios del Gobierno vasco, la Unesco y la UPV para tratar este tipo de fenómenos. El primero, vía Gogora, se ha desmarcado. En cuanto a la última, también es falso, puesto que no existe un punto de vista unificado. Cada grupo de investigación y cada disciplina aplica sus propios métodos. En tanto que historiadores, tenemos que ser exigentes en un plano ético y rigurosos en un plano profesional. Defendemos la utilidad de la historia, cuyo objetivo es comprender y hacer comprender mejor nuestro pasado, incluyendo sus zonas de sombra, sin burdas ni injustas equiparaciones.
Firman también este artículo los historiadores José L. de la Granja, Sara Hidalgo, María Jiménez, Raúl López, Joseba Louzao, Fernando Molina, Manuel Montero, Santiago de Pablo, José A. Pérez, José M. Portillo, Antonio Rivera y Erik Zubiaga