ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 15/01/15
· El terrorismo. Sus condiciones. Para empezar hombres de no más de 30 años. Luego, el grupo. Existe el llamado lobo solitario y es difícil de combatir, pero el grupo es un imprescindible elemento de afirmación y aliento y una vara donde medirse: todo ello muy importante en la juventud y en la violencia. Determinadas condiciones biológicas.
Es una simplificación hablar del gen terrorista, pero rematar a Ahmed Merabet no está al alcance de todas las voluntades. Por último, la idea: a diferencia del psicópata simple, que necesita un olor. No cualquier idea: debe incorporar una determinada, y utópica, organización de la comunidad. Las ideas pueden ser de inspiración laica o religiosa. En el primer caso son una instrucción para construir el paraíso en la tierra y en el segundo para alcanzarlo después de la muerte.
Las sociedades democráticas, que son lo más opuesto a la cosmovisión terrorista y las más vulnerables a su actividad (una actividad fácil, que no suele requerir sofisticaciones) deben tener en cuenta todas esas condiciones y actuar en consecuencia. Pero al margen de la vigilancia sobre los sujetos sospechosos ha de actuar contra las ideas malignas. Y esto no es solamente una responsabilidad de los políticos. También los intelectuales deben contribuir. Al fin y al cabo su actividad más honrosa es la del tedax, es decir, la desactivación de bombas intelectuales y morales.
Este es un buen momento para este tipo de personas valientes. El terrorismo islamista es cruel, salvaje, profundamente inhumano. Pero lo que lo distingue de otros terrorismos modernos es la religión. Muchas de las complicidades pasivas que el terrorismo islamista suscita, empezando por la apagada reacción del tan flamígero papa Francisco a la matanza de París, se basan en que la actividad terrorista obliga a replantearse el estatuto de la vida eterna (la religión, puramente) en la sociedad contemporánea. Luchar ideológicamente contra el terrorismo islamista es, sobre todo, luchar contra esa idea. La que lleva a los terroristas a utilizar su cuerpo como bala, a los padres a explotar a sus hijos en cualquier mercado y al desprecio general por la vida en la tierra que se advierte en las sociedades donde el islamismo es influyente.
No es posible luchar contra la maligna idea islámica sin luchar contra la maligna idea de la religión. Ya no es posible invocar a Cristo contra Mahoma. La dificultad de asumir esta evidencia no es la menor de las vulnerabilidades de Occidente ante la barbarie.
ARCADI ESPADA, EL MUNDO – 15/01/15