Miquel Escudero-El Correo

El Gran Premio del Jurado en el último Festival de Cannes lo obtuvo una película finlandesa dirigida por Aki Kaurismäki: ‘Fallen Leaves’ (que podríamos traducir como hojas secas o muertas, pero que apunta a una clase de rehabilitación con terapias compasivas y competentes para quienes padecen adicciones). Me parece preciosa y la he recomendado a mis amigos con quienes suelo hablar de cine. ‘Fallen Leaves’ transmite emociones de belleza y de esperanza ante la cruel realidad.

Soy ignorante de numerosas e importantes cosas, también de algunas desagradables y dañinas. Viendo esta película oí por primera vez la expresión ‘contrato de 0 horas’. La protagonista, representada por la actriz Alma Poÿsti, trabaja en un supermercado con esas condiciones y es despedida con cajas destempladas por su jefe inmediato, de forma despiadada; pero ella remontará. Esta clase de contratos carece de garantía de trabajar un mínimo número de horas, no hay compromiso por las partes. Es una relación abierta que aumenta la precariedad laboral, no garantiza un salario mínimo y subcontrata de forma oscura. Hoy por hoy no es legal en España, aunque se dé bajo cuerda.

A mí me disgusta profundamente la cosificación de las personas; en este caso específico, de los trabajadores abocados al aislamiento y a la desvinculación. Tratados como seres superfluos e innecesarios, su maltrato y soledad les hace carne de cañón de los populistas.

No puedo dejar de recordar el texto hinduista Bhagavad Gita, donde se lee: «Los sabios miran por igual a un brahmán educado y erudito, a una vaca, a un elefante, a un perro o a un paria». Se necesita propagar esta sabiduría práctica.