Diego Carcedo-El Correo

  • Pedro Sánchez aprovechaba la importante tribuna de prensa comunitaria para asegurar que el terrorismo no es terrorismo y los condenados por terrorismo deben ser amnistiados

Ya nos sentíamos europeos, tal parecía que los Pirineos se habían encogido, pero estamos descubriendo que volvernos a alejarnos. El jueves se celebró un pleno del Consejo de Europa, el máximo estamento de la dirección comunitaria, y al revisar su desarrollo previo ha sorprendido que en las presiones al siempre discrepante Viktor Urban, presidente de Hungría, para hacer que vuelva al carril de la unidad, España fue descartada como miembro del grupo habitual de los cuatro negociadores principales.

El socialdemócrata primer ministro alemán, el conservador jefe de Estado francés y la ultra derechista jefa del Gobierno italiano no tuvieron en cuenta la aportación del polémico presidente socialista español para aunar sus fuerzas y doblegar a la oveja negra magiar. Las razones de la exclusión no fueron aclaradas y, mientras tanto, Pedro Sánchez aprovechaba la importante tribuna de prensa comunitaria para asegurar que el terrorismo no es terrorismo y los condenados por terrorismo deben ser amnistiados.

Le faltó añadir que deben ser amnistiados para seguir ostentando el poder armado de los partidos acusados de practicarlo para alcanzar sus pretensiones. Ignoro qué opinarán otros gobiernos que tienen terroristas en sus cárceles. ¿Gustará que el ejemplo magnánimo español estimule a quitarle autoridad a sus jueces para devolverles la libertar a sus prisioneros y estimularlos a reincidir? Pero, en fin, que Sánchez desde su auto consideración como poder único e irrebatible, nos aleja del resto de Europa no es nuevo.

Antes al contrario, volvemos a ser diferentes: España es el único país de la UE que en la guerra de Gaza apoya a Hamás – seguramente porque su tradición terrorista no es terrorismo – y el único también que por respeto a los hutíes, que ya se lo han agradecido – no contribuye a defender la navegación comercial por el mar Rojo, tan importante para el comercio, la economía internacional que nos afecta a todos, desde la hora de comer hasta el deseo e restaurar la paz amenazada en la zona.

Aunque en el entorno del Gabinete de Sánchez se asegura que la amnistía al golpista Puigdemont no preocupa a los españoles, la realidad es que no somos sólo la inmensa mayor parte de los españoles los que descartamos semejante desacato a la Justicia. También los extranjeros ven con inquietud la arbitrariedad de esta decisión política estimulante de los separatismos que algunos también sufren deteriora la imagen de las instituciones y devalúa el valor integrador de las constituciones. Aparte de esa traición a la UE perpetrada por los secesionistas a amnistiar negociando con Rusia estrategias para destruirla

Algunas veces se ha dicho que el final de la carrera política de Sánchez era Bruselas. Y buenas perspectivas las tuvo. Pero a la vista de todo esto, llegado a ese trance, ¿Cuántos gobiernos le apoyarían? Sin olvidar el respaldo a las dictaduras de Cuba y Venezuela, con la defensa del corrupto Maduro, que también chocan trayectorias democráticas de muchos países europeos de las que España se está excluyendo.