JAVIER REDONDO – EL MUNDO – 29/07/17
· Rajoy supo muy pronto que lo de Cataluña se complicaría. Mas encontró en la mayoría absoluta del PP y la crisis sus coartadas. Volcó sobre Rajoy la frustración que le provocó que su Estatut sirviera a ERC para darle un pantagruélico mordisco a su electorado, se tatuó la estelada y ocultó con su redención de afligido pequeño burgués su incapacidad para gestionar la miseria. Mientras, el emporio de la Familia se desmoronaba. Sobre Mas y su troupe caían los cascotes.
Los caricaturistas de Rajoy lo representan como un diletante. Hierran. Desde el principio le preocupa Cataluña. No obstante, sus bazas para afrontar la amenaza de sedición dependían de tres circunstancias superpuestas. No gozaba de comodines. Primero tenía que apaciguar la calle, sofocar la prima de riesgo y recuperar la economía. El PP asumió dócilmente que se le elige exclusivamente para cuadrar las cuentas, a lo cual se afanó. En segundo lugar ha dejado al separatismo mostrar todas sus vergüenzas. Eludió cualquier confrontación en el plano de las ideas, cedió espacio y arriesgó apoyos propios. Los independentistas se envalentonaron.
El importe de esta aventurada estrategia ha sido elevado: combatir ahora un lustro de monserga chavista basada en la consigna «la democracia está por encima de la ley» no es tarea fácil. La ley ha de ser suficiente, aunque los españoles deberían saber las razones. Básicamente, porque si no se aplica y los facciosos colocaran urnas el 1-O, todos seríamos súbditos desprotegidos en manos del Govern, arbitrario usurpador de la soberanía nacional. Hoy los golpistas se aproximan al precipicio, pero con Cataluña como rehén.
El sheriff Rajoy tiene que ejercer sin más moratorias. Se acabó la fase de tanteo, exploración y desgaste. Le queda una bala. En este punto interviene la tercera circunstancia. El Ejecutivo requiere de lo que el profesor Fernando del Rey denominó hace unos días en La Linterna de Colmenarejo la «convergencia de centros». He aquí el quid de la cuestión. Los que reprochan a Rajoy que reduce la política a la aplicación de la ley son los que le han dejado solo o no tienen en cuenta que lo está.
El desafío separatista requiere algo más que abogados del Estado, interventores de Hacienda y administrativistas. Sin embargo, ese plus lo otorga el apoyo incondicional de las fuerzas constitucionalistas. El partido de Rivera está como suele a la altura; el de Sánchez entona la jenka. Si convergen los centros, el Estado de Derecho carece de rival en una cuadrilla de folclóricos amotinados con telarañas en su caja fuerte.
Rajoy hubiera preferido festejar el cierre del curso con las cifras del paro y el crecimiento. Si bien los prometedores datos le sirven apenas para reforzar su posición: «No habrá referéndum el 1-O». Utilizó sus palabras fetiche: serenidad, mesura, normalidad, prudencia y sentido común. Reclamó de nuevo esa convergencia de centros que otorga al imperio de la ley una posición hegemónica e imbatible y reprochó enredos cortoplacistas. El TC recurrirá la desconexión exprés. Cuenta con el PSOE, que insinúa con razón que el recurso puede no prosperar.
Ni audacia ni dejadez; Rajoy emplea la minuciosa y gradual técnica del autorretrato. Cada cual dibuja el suyo. Se rueda el último acto. Ya no vale el recurso escénico, el burladero de la tercera vía. La línea que delimita el terreno está nítidamente trazada: lo constitucional frente a lo inconstitucional; democracia o golpismo; al servicio del Estado o rasputines.
JAVIER REDONDO – EL MUNDO – 29/07/17