EL MUNDO – 07/01/17
· Por si no tuviera problemas la antigua Convergència con la fuga masiva de votantes que le auguran las encuestas, su principal activo en estos momentos, el president Carles Puigdemont, anunció el jueves que dentro de un año ya no estará al frente de la Generalitat.
· Esas palabras abrieron en su partido, que ahora se llama PDeCAT, las quinielas para la sucesión, en un momento en que la hegemonía dentro del campo soberanista parece claramente inclinada por primera vez hacia Esquerra Republicana.
En realidad, Puigdemont siempre ha dicho que aceptó el encargo de Artur Mas de presidir la Generalitat sólo temporalmente, y que cuando se celebre el referéndum de independencia, o cuando no pueda celebrarse, dará por terminada su etapa. Pero la alta estima que le profesan los votantes independentistas –en la última encuesta del centro demoscópico de la Generalitat era el líder más valorado, junto a Oriol Junqueras– hizo que en su partido trataran de convencerle de que se lo pensara de nuevo.
Después de un 2017 que se prevé convulso, Puigdemont cree que se abrirá «una nueva etapa que exigirá nuevas herramientas y nuevos liderazgos». El problema para el PDeCAT es que, hoy por hoy, no se atisba ningún recambio de garantías. El presidente de la formación sigue siendo Artur Mas, a quien algunos de sus acólitos querrían ver tomando de nuevo las riendas. Pero su enfrentamiento abierto con la CUP, las suspicacias que despierta también en ERC y el hecho de que afronta una amenaza de inhabilitación por su papel en la consulta del 9-N –lo juzgará el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña el 6 febrero– provocan que su vuelta sea poco viable.
La cuestión preocupa mucho en el PDeCAT porque, pese a las proclamas públicas, nadie sabe todavía si Puigdemont conseguirá esquivar el veto del Estado para convocar un referéndum en septiembre, como ha prometido.
O si logrará, como parece ser el plan B de los independentistas, que el Estado recurra a la fuerza y esa acción vuelva a movilizar a un electorado que da síntomas de agotamiento.
También aparece como candidata al relevo la consellera de Presidencia de la Generalitat y vicepresidenta del PDeCAT, Neus Munté. La también portavoz del Govern consideró ayer «lógico» que su nombre suene, pero rechazó pronunciarse: «No quiero perder el tiempo con quinielas y nombres».
«Es verdad que mi nombre suena pero yo lo llevo con mucha normalidad. Entiendo que está justificado por el hecho de que estoy muy cerca del presidente Puigdemont», aseguró en una entrevista de Catalunya Ràdio.
Aunque 2017 tiene muchos números de convertirse en año electoral en Cataluña, Munté dijo que ve esas hipotéticas elecciones con una cierta distancia, puesto que no hay comicios convocados. En la línea del discurso oficial, dijo que, en todo caso, esos comicios tendrían carácter constituyente y se celebrarían tras el referéndum que prevé realizar el Govern en septiembre. «Cuando [las elecciones] estén en el calendario, en el horizonte, todas las formaciones, también la mía, tendrán que elegir a su candidato y a sus mejores equipos», afirmó.
Mientras, los sectores del PDeCAT más moderados permanecen en silencio. La única voz que se ha levantado hasta ahora, la de la presidenta de la Diputación de Barcelona, Mercè Conesa –que puso en duda que el referéndum llegue a celebrarse–, recibió duras críticas y es poco probable que cuente con apoyos para asaltar el liderazgo del partido.
El que podría ser gran beneficiado de una convocatoria electoral en los próximos meses, Oriol Junqueras, sigue escondiendo sus cartas. El vicepresidente del Govern y líder de ERC se limitó ayer a mostrar «todo el respeto del mundo» a la decisión de Puigdemont. Él no desveló si sería candidato en unas hipotéticas elecciones, e insistió en que ahora está centrado en el referéndum: «Hay que ganarlo y aplicarlo».
EL MUNDO – 07/01/17