Convivencia

ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 12/12/15

· Uno no se hace más sabio con los años. Los prejuicios van coagulándose y obstruyen poco a poco las arterias cerebrales. Lo que sí concede el tiempo es alguna experiencia. A estas alturas de la vida, considero evidente que el valor supremo de la política, su objetivo principal, la razón de ser de la cosa pública, es la convivencia. La libertad, la justicia, la seguridad, y bastantes otras cosas, son ingredientes necesarios para cocinar esa complicada receta: la coexistencia pacífica. A veces la damos por hecha. Y no: salgan a dar una vuelta y comprobarán lo difícil que resulta convivir.

Olvidamos con frecuencia que al desastre social suele llegarse de forma casi inconsciente. Perdemos de vista que la vida en común se construye con materiales muy simples. Como la dignidad, es decir, el respeto por uno mismo. Como los buenos modales (sí, los buenos modales), es decir, el respeto por los demás.

La esencia del kirschnerismo queda expuesta de forma diáfana con la pataleta de Cristina Fernández ante el traspaso de poderes. Ha hecho todo lo posible para negar la legitimidad del otro, que son millones de otros. Lo mismo puede decirse de Nicolás Maduro en Venezuela, cuya mezquindad ante la victoria de la oposición da la medida (como si no la tuviéramos ya tomada) de su carácter y el de su régimen. No creamos que esas cosas sólo ocurren fuera. Cuando Marta Ferrusola de Pujol, tras la mayoría formada por Pasqual Maragall en su tripartito, dijo sentirse como si la hubieran echado de su casa, definió a la perfección en qué consistió el pujolismo: Cataluña como cortijo.

Me repele quien se atribuye la voz de colectivos abstractos. No rechazo, por supuesto, el nosotros y el ellos, los dos extremos del eje sobre el que se asienta la dialéctica política. Rechazo las apelaciones al pueblo, a la nación y, evidentemente, a la gente, esa fórmula con la que Mariano Rajoy teje su propio populismo, tan discreto como pedestre.

Como en otras elecciones, me siento un elector huérfano de candidatos. Hay un partido, Ciudadanos, que intenta construirse (pese a fallos bien evidentes) sobre fórmulas basadas en la dignidad y los buenos modales. Yo no puedo votarlo porque, incluso tras la experiencia de una visita a Venezuela, me considero de izquierdas: eso que decía antes de los prejuicios coagulados. Pero siento auténtica impaciencia por descubrir qué decidiremos. No la nación, ni el pueblo, ni la gente, sino cada uno de nosotros.

ENRIC GONZÁLEZ – EL MUNDO – 12/12/15