Politizando el fútbol, las incoherencias y las ambigüedades se trasladan al campo. Si la política se sostiene sobre la incoherencia y la ambigüedad, el fútbol no las resiste. O se gana la Copa del Rey o se pierde. O se juega para ganarla o para lo contrario. Aquí no vale la fórmula genial de Patxi López de hacerse el nacionalista para echar a las nacionalistas.
La marcha imparable hacia el Estado Libre Asociado va a topar con una fecha crítica que, curiosamente, nada tiene que ver con el apoteósico pero insuficiente ‘éxito’ de Ibarretxe en las pasadas elecciones autonómicas: el 13 de mayo. De repente toda esa plantilla tan hiperborroka del Athletic, que firmó el supermanifiesto para que la Selección de Euskadi dejara de llamarse de forma tan ominosa y se llamara a partir de ahora ‘Selección Nacional de Euskal Herria’, anda más feliz que unas pascuas y más contenta que unas castañuelas porque se le viene encima la Copa del Rey y piensa llevársela para casa. Estamos ante la misma ‘koherencia’ de Clemente cuando se convirtió en entrenador de la Selección Española después de proclamar que el Athletic «era una raza» o de la abertzale Anne Igartiburu cuando empezó a narrarnos los veranos de la Familia Real en Palma de Mallorca, que a los que no somos tan declaradamente antimonárquicos como ella nos producen un sopor insufrible y nos importan una higa. Estamos, en fin y por volver a una comparación futbolera, como ante el caso de Iribar, el macrogudari que, a base de ganar copas, se sacó más fotos con Franco que doña Carmen Polo de ídem.
Uno no es nacionalista pero sabe admirar y reconocer la coherencia sin ‘k’, o sea la coherencia a secas, hasta en los nacionalistas. Uno sabe todavía asombrarse de la incoherencia ajena sobre todo cuando resulta tan obvia y escandalosa. La plantilla del Athlectic que el 13 de mayo va a jugar, festiva y dicharechera, la Copa del Rey con el Barça -otros que tal bailan- es la misma que se negó a jugar en Navidad el partido de la Selección de Euskadi con la de Irán porque no se hacía caso a su soberanista demanda. La misma que, por no jugar aquel partido, dejó sin dinero a los equipos modestos de base que viven ‘básicamente’ de esa recaudación más necesaria que nunca en una época de crisis como ésta en la que muchas enpresas han abandonado su papel patrocinador. No hubo nada que hacer. La patria vasca exigía ese sacrificio, del que enseguida se olvidó el riojano Llorente metiéndoles a un gol a los ingleses a las pocas semanas para la Selección Española.
El fútbol no debe politizarse entre otras cosas porque las incoherencias y las ambigüedades de la política se trasladan al campo. Si la política se sostiene sobre la incoherencia y la ambigüedad, el fútbol no las resiste. O se gana la Copa del Rey o se pierde. O se juega para ganarla o para lo contrario. Aquí no vale la fórmula genial de Patxi López de hacerse el nacionalista para echar a las nacionalistas.
Iñaki Ezkerra, EL CORREO, 16/3/2009