JON JUARISTI-ABC
- Es lógico que los de Bidu eviten calificar a ETA de terrorista, porque, si se siguiera por ahí, se podría acabar sabiendo qué fue realmente la banda
Pues voy a estar de acuerdo con el candidato de Bildu en eso de que es un asunto complejo lo de que ETA fuera un grupo terrorista, pero no por el hecho de que haya opiniones diversas al respecto, sino porque la banda utilizó el camuflaje del terrorismo para ocultar su verdadera condición. Se parece dicho truco de trileros a un insulto porteño que le gustaba mucho a Borges: «Sepa usted, amigo, que su señora, con el pretexto de trabajar en un burdel, hace contrabando de género».
A lo que iba: ETA, a lo largo de su primera década de existencia (1959-1969), pretendió convertirse en una organización terrorista e incluso guerrillera como las que entonces proliferaban en Europa, África y América. No consiguió hacerlo, por falta de medios y experiencia. Mató a un guardia civil de tráfico, a un comisario de la Brigada Político-Social y a un taxista. Horrorizada y aterrada por el resultado, se disolvió en la extrema izquierda española de la época. La nueva ETA reconstruida en 1971 gracias, en buena parte, a un sector disidente de las juventudes del PNV, fue ya, desde el primer momento, otra cosa: no una organización terrorista al uso, aunque adoptase esa apariencia, sino una mafia con todas las de la ley de la mafia siciliana, a la que no pagó regalías. Es decir: una organización creada para la exacción económica generalizada de la sociedad española, vascos incluidos, mediante secuestros, extorsiones, derechos de «protección» sobre grandes y pequeños empresarios y profesiones liberales, amén de otras variopintas formas de impuesto revolucionario ejercidas desde las herrikotabernas, sindicatos y demás asociaciones abertzales. La violencia contra los que no pagaban se disimulaba con asesinatos a policías, militares, magistrados, diputados, clientes de supermercados, etcétera, pero el objetivo real de ETA no era conseguir la independencia de Pintxolandia, sino un medio de vida para pistoleros y esbirros en fase de formación, además de invertir parte de lo obtenido en la renovación del armamento y en pagar los chiquitos a un ejército de soplones que comprendía varios cientos de miles de cagones adictos al crimen, lo que entonces se llamaba el «entorno» de ETA.
Es obvio que la mayoría de los pistoleros, esbirros y soplones de ETA componen hoy el grueso de la militancia y del electorado de Bildu, y resulta lógico que como los antiguos nazis cuando se les reprochaba que atribuyeran la responsabilidad de la Segunda Guerra Mundial a los judíos, los ochandianos, cuando se les pregunta si ETA era un grupo terrorista, respondan: «Bueno, hay opiniones; depende del punto de vista». Claro. Si se empieza reconociendo lo aparente, termina uno confesando lo inconfesable y no es cosa de dejar en evidencia a los Chomin de Amorebieta, Puentes, Bolaños y otros bellacos de más tronío.