KEPA AULESTIA-El CORREO

El acuerdo entre el Gobierno Urkullu y EH Bildu, por el que la izquierda abertzale ha resuelto abstenerse en la votación final de las Cuentas autonómicas para 2022, no responde a motivaciones presupuestarias sino políticas. Basta para cerciorarse de ello con ojear el informe publicado al respecto por ELA. El 30 de agosto Arnaldo Otegi achacaba los incidentes veraniegos de fin de semana al «modelo de ocio impuesto por el neoliberalismo». Mes y medio antes el propio Otegi se había manifestado a favor de un gobierno de «cambio social» frente «al modelo neoliberal del PNV». Todo ello al tiempo que los dirigentes del PNV realzaban el pasado de la izquierda abertzale, mostrándose especialmente críticos ante la ‘declaración de Aiete’ protagonizada el 18 de octubre por Otegi y Rodríguez, al cumplirse diez años de la despedida de ETA. Pero de pronto el PNV ha visto interés en neutralizar el voto de EH Bildu, cuando podía e incluso le tentaba continuar ninguneando a la izquierda abertzale en la oposición. Y la izquierda abertzale ha optado por hacerse valer en la gobernabilidad de Navarra, de España y de Euskadi cuando no es precisa para ello.

EH Bildu no desperdicia oportunidad alguna para resituarse en la esfera institucional a la búsqueda de alianzas que legitimen su representatividad más allá de los votos propios. Hasta el punto de que ya parece indecoroso denominar esa estrategia de blanqueamiento, cuando lo es con todas sus letras. Lo más hábil de tal postura está en que sean sus socios quienes se sientan obligados a justificar su alianza, con lo que a Otegi le resulta más llevadero explicarlo ante los suyos. ETA y la izquierda abertzale habían jugado a dos bandas desde los años ochenta. Cuando encontraban algún resquicio negociador con el Estado, desdeñaban al nacionalismo gobernante en Euskadi. Y cuando Madrid bloqueaba los contactos entre las distintas ofensivas de ETA, la izquierda abertzale se volvía solícita hacia el PNV en pos de una cobertura identitaria. Ahora la IA se ve en condiciones de simultanearlo todo. Su predisposición a ser partícipe de una alianza de izquierdas contra los jeltzales, y su naturalidad para acudir a Sabin Etxea a reclamar la parte del patrimonio esencialista que considera propio. Aunque esta vez sea a cuenta de las Cuentas para mejorar la vida de la gente, en una acepción netamente ‘podemita’.

El PNV se imagina extendiendo cortafuegos frente a las insinuaciones del PSE y las intenciones de Elkarrekin Podemos a los Presupuestos forales y locales. No le será tan fácil, porque hay desencuentros territoriales y municipales que pondrán a prueba la dimensión estratégica de lo que por ahora no pasa de ser una jugada de alcance. De hecho seguirá siendo una jugada reversible, a medida que la izquierda abertzale continúe blanqueándose.