ABC-IGNACIO CAMACHO

No hay más opciones que pacto Frankenstein o nuevos comicios. Como al principio. Lo demás es pensamiento desiderativo

NO te creas que la posibilidad de un pacto entre el PSOE y Podemos ha muerto del todo. El sainete de esta semana ha volado muchos puentes, es verdad, pero quedan vías abiertas, desde una coalición light para un mandato completo a un acuerdo de investidura que garantice al menos un presupuesto. Ambos partidos ven un riesgo en la vuelta a las urnas y estos días están palpando el descontento de su electorado, que no entiende cómo han sido incapaces de cerrar un pacto. Los votantes de izquierda quieren que formen Gobierno y olvidarán todos los reproches y las afrentas proferidas si la operación culmina con éxito. Esas mutuas descalificaciones, recogidas en las actas del Parlamento, las recordará la oposición y la prensa, pero poco a poco se diluirá su eco. No hay agravio ni ruptura que no cure el poder, el más potente de los pegamentos.

Por esa misma razón tampoco debes creerte a Sánchez ahora, como no lo has creído antes. No es que el presidente acostumbre a mentir, o no sólo, sino que su lenguaje no mantiene con la realidad una relación de coherencia. Dice lo que en cada momento le conviene y su palabra sólo tiene el valor (?) del instante en que es pronunciada. El jueves, por ejemplo, argumentó ante Iglesias que no podía concederle ciertos ministerios porque su gente carece de experiencia y de conocimiento técnico. Pero hasta dos horas antes estaba dispuesto a hacer vicepresidenta a Irene Montero, cuyo currículum laboral se reduce a seis meses de cajera en un almacén de electrodomésticos. La sociedad de intereses que hoy descarta la puede firmar sin reparos mañana. Con su desahogo, encontrará la coartada para explicar que han cambiado las circunstancias.

Por último, no te creas que el PP o Cs van a acabar dando a torcer su brazo. Tal vez se atreverían a hacerlo si no compitiesen por los mismos votos, si no sintieran la presión del rival del mismo bando. En el entorno de Casado hay dirigentes que le aconsejan dar ese paso, en el último minuto y como un gesto de responsabilidad de Estado. Pero el líder popular sabe que ello supondría entregar la cabecera de la oposición a Ciudadanos. Y Rivera necesita desprenderse de la demoledora etiqueta de falta de congruencia para aspirar a convertirse en líder del centro-derecha. Después de sus discursos sobre «la banda» de Sánchez resulta absolutamente imposible que acceda a formar parte de ella… salvo que pretenda renunciar a su carrera. La cargante repetición de ese sintagma –veintiocho veces entre las dos sesiones– obedece a la intención paladina de cerrar la puerta.

Sólo hay dos opciones viables, y son las mismas del principio: alianza Frankenstein, ahora más difícil desde luego, o nuevos comicios. Nunca ha habido otras, y todo lo demás es wishful thinking, pensamiento ilusorio, desiderativo. Fuegos de artificio de una política y de unos políticos habituados a tratarnos como a niños.