EL CORREO 05/04/15
· Apunta sin citarlos a Arenas y a Sáenz de Santamaría como quienes tratan de «desestabilizar» a la cúpula del partido ante las elecciones del 24-M
Dolores de Cospedal ha sacado a la luz pública la guerra que desde hace meses existe entre distintas familias y facciones del PP por hacerse con los principales resortes de poder en el partido, que se habría recrudecido y reactivado tras la derrota sin paliativos que la formación sufrió en las elecciones andaluzas, y que muchos, entre ellos buena parte de los barones autonómicos, temen que pueda tener continuidad en los comicios locales y regionales del 24 de mayo.
La presidenta de Castilla-La Mancha y ‘número dos’ popular ha tirado de dos de sus principales colaboradores, la portavoz del partido en su región, Carmen Riolobos, y el diputado por Toledo Agustín Conde, para apuntar sin citarlos al vicesecretario de Política Autonómica de la cúpula popular, Javier Arenas, y a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Les reprocha estar entre los dirigentes que de forma anónima llevarían días fomentando filtraciones periodísticas para tratar de descargar sobre la supuesta falta de liderazgo y deficiente comunicación de Cospedal al frente del partido buena parte de las desgracias electorales del PP. Pretenderían con esa estrategia presionar a Mariano Rajoy para que la sustituya ya en la secretaría general o, en su defecto, al menos nombre algún tipo de coordinador en la dirección que vacíe de contenido sus funciones.
Agustín Conde justificó ayer la inédita actitud de Cospedal, sacar al debate público las guerras de poder en un partido que siempre niega oficialmente cualquier tipo de disensión o batalla en la cúpula, porque «ha llegado el momento de decir: hasta aquí» para evitar que el PP «se deshaga en filtraciones» y se desangre ante la opinión pública en las puertas de unos comicios locales determinantes. «No estamos dispuestos que se haga daño al PP sin alzar la voz», aseguraron.
Nota en Viernes Santo
El diputado toledano, además, confirmó que la nota de prensa dada a conocer el Viernes Santo por Riolobos no era un asunto personal sino la opinión de todo el PP de Castilla-La Mancha, incluida su máxima responsable, Dolores de Cospedal. El escrito acusaba a los dirigentes citados de «un ejercicio supino de irresponsabilidad» por «desestabilizar al partido, a su presidente (Rajoy) y a su secretaria general (Cospedal)» y fomentar la supuesta destitución inminente de la ‘número dos’ de la formación –«una decisión que sólo existe en sus cabezas»– a pocos días de las autonómicas.
Los colaboradores de Cospedal, en las pistas con las que consideran que todos en el PP sabrán identificar a quiénes están acusando, aprovechan también para descargar en sus oponentes la principal responsabilidad sobre la derrota en Andalucía, por ser Arenas y Sáenz de Santamaría quienes influyeron decisivamente en que Rajoy designase candidato a la Junta a Juanma Moreno cuando ya era casi seguro que el cabeza de lista sería el entonces secretario general andaluz, José Luis Sanz, el hombre, de hecho, apoyado por su homóloga nacional.
Riolobos, en su nota de prensa, indica que los «intrigantes», quienes cree que tratan de desestabilizar al partido y a su dirección, son, en plural, «los que perdieron Andalucía, esos que no han ganado nunca –Arenas perdió en sus cinco asaltos a la Junta– o que no se han presentado a unas elecciones o, incluso, que no saben nada de política». Conde, un día después, y por si alguien tenía dudas, dijo que hablaba de «otros y otras».
Los fieles de la secretaria general acaban por pedir «lealtad» a todos los dirigentes y «unidad» en torno a Rajoy y Cospedal para «no dañar» al PP «en momentos muy difíciles».
El órdago público de Cospedal, además de confirmar la grave crisis interna que sufre el partido por sus malas expectativas electorales, pone a Mariano Rajoy ante una difícil e incómoda situación y calienta al rojo vivo la reunión, el martes próximo, por primera vez en dos años, del máximo órgano de los populares, la Junta Directiva Nacional. Un encuentro en el que el líder del PP quería, al menos hasta ahora, insuflar ánimos a todos sus representantes públicos e institucionales, pero sin variar sustancialmente su estrategia electoral, basada en la recuperación y el empleo, y sin tocar la dirección hasta después del 24 de mayo.