Creadores

ABC – 31/01/16 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· A toda cultura subvencionada corresponde siempre un intervencionismo despótico.

Cuando me jubile, me dedicaré probablemente a la venta de berberechos por internet, actividad que me permitirá complementar mi exigua pensión sin que me la retiren o me multen si los beneficios de la susodicha actividad rebasaran la cifra anual del salario mínimo interprofesional, toda vez que, aunque el cultivo del berberecho e incluso su recolección se hallan íntimamente relacionados con la enseñanza de la literatura española, no consta que suceda lo mismo con su distribución comercial. Por lo menos, creo hallarme en posesión de argumentos convincentes para defender esta última tesis en un posible contencioso contra el Ministerio de Empleo en general o contra la Tesorería de la Seguridad Social en particular. Todo antes de incurrir en la nefasta manía de escribir, publicar y, sobre todo, cobrar por ello.

Los escritores españoles y sus asociaciones colegiales se han puesto en pie, digamos que de guerra, contra la Administración a raíz de las sanciones impuestas a pensionistas como Gamoneda, Landero, Javier Reverte, Caballero Bonald y otros por cobrar derechos de autor en cantidades superiores al máximo permitido por la ley. Es cierto que tienen motivos más que suficientes para despotricar por el trato que ha dado el Gobierno de Rajoy a la literatura y, en general, a la cultura humanística. No puedo menos que estar de acuerdo con la dureza de los juicios emitidos por insignes escritores y académicos –esta misma semana– a propósito de la escandalosa incuria mostrada por el ministerio del ramo ante el cuarto centenario de la muerte de Cervantes.

Véase un muestrario: Javier Marías sostiene que hemos vuelto, en estos últimos cuatro años, «a una hostilidad equiparable a la que existió hacia el mundo de la cultura en la época del franquismo». Pérez-Reverte sostiene que si todos los gobiernos españoles han despreciado la cultura, el último la ha agredido directamente. Gutiérrez Aragón habla de una «persecución a las humanidades y a la enseñanza en profundidad» y Trapiello se refiere a la «indecencia de nuestros gobernantes». Es cierto. Cuando oye hablar de cultura, Rajoy saca el «Marca». La única política oficial reseñable en ese campo –si exceptuamos las exposiciones bolivarianas del CARS– ha consistido en dar coba a Juan Goytisolo, que ha respondido siempre a los detallitos de Lasalle con su proverbial gratitud.

Por todo ello, creo que los reproches del gremio cultural al Gobierno pecan de comedidos. Pero lo que verdaderamente me deja perplejo es el contraste entre la virulencia de las manifestaciones individuales y la suavidad lastimera de la reivindicación corporativa. En efecto, me pasma que la campaña de las asociaciones de escritores contra una legislación inicua, resultante de la complicidad intervencionista entre la Seguridad Social y Hacienda, adopte eslóganes mendicantes como «Seguir creando», un eufemismo que elude plantear el asunto en toda su crudeza, es decir, como «seguir cobrando», que es de lo que se trata, y que en cualquier país decente nadie tendría empacho en exigir, puesto que en un país decente a nadie se le retira, alegando que vende más libros que lo permitido, una pensión a la que ha contribuido durante toda su vida activa con un tercio de su sueldo mensual.

Pero este no es un país decente, ni por parte de sus gobiernos estalinistas de derechas ni por parte de sus elites culturales de izquierda, encantadas de lo estupendas y creativas que son, y tan extractivas y dependientes del presupuesto público como los emprendedores de pacotilla que nutren las tramas autonómicas o como los becarios absentistas de Somosaguas. ¿Creador y liberal? Ahora no hay de ese percal.

ABC – 31/01/16 – JON JUARISTI