Crece la presión interna para que Rivera frene el giro a la derecha de Ciudadanos

LUIS ÁNGEL SANZ-EL MUNDO

Dirigentes críticos demandan «volver al centro» La dirección ignora los reproches, cree buena la estrategia e insiste en confrontar al sanchismo

La negociación de los pactos municipales de forma preferente con el PP y el acercamiento a Vox que se puede producir en varias ciudades han vuelto a remover las aguas en Ciudadanos. En los últimos días ha crecido la presión sobre Albert Rivera para que modifique la estrategia que puso en marcha en febrero para situarse en la derecha del espectro político y disputarle la hegemonía al PP.

Fuentes críticas de Cs señalaron ayer a EL MUNDO con mucha contundencia que «el camino va a tener que rectificarse» porque es necesario que la formación naranja «vuelva al centro» y al «reformismo».

Este debate se produce mientras fundadores del partido están vertiendo duras críticas hacia Rivera por su giro a la derecha y no querer votar a Ada Colau para cerrar el paso al independentismo.

Fuentes críticas de Cs consideraron ayer que «el camino que se emprendió en febrero va a tener que rectificarse» para que la formación naranja «vuelva al centro», al «reformismo» y a erigirse en un dique de contención del nacionalismo.

En el pacto con el PP en Andalucía acompañó el relato, añaden estas fuentes, por la necesidad de acordar con el PP y de poner fin a 36 años de «régimen clientelar socialista». «Pero lo que está haciendo ahora Cs no tiene ningún relato ni explicación», añadieron, en referencia al pacto con los populares en gran parte de España, que incluye un acercamiento a Vox, que está exigiendo entrar en los gobiernos locales de Madrid, de Zaragoza y de más ciudades.

«El principal sentido de Ciudadanos», explicó ayer un dirigente a este diario, «ha sido siempre confrontar con la deriva nacionalista e impedir que los nacionalistas condicionen la política y al Gobierno de España». Algo que consideran que ahora se ha dejado de lado para erigirse en alternativa del PSOE, ocupar un espacio a la derecha y disputar la hegemonía de ese espacio político al PP.

Hace dos semanas, la Ejecutiva suavizó las líneas rojas para negociar con el PSOE al rebajar las exigencias a los dirigentes socialistas con los que se podía negociar. También aprobó un veto formal y explícito a negociar y a gobernar con Vox.

Sin embargo, en la práctica, el comité de pactos que dirigen el secretario general, José Manuel Villegas, y José María Espejo-Saavedra, se ha inclinado en las cuatro comunidades donde Cs puede elegir a izquierda y derecha siempre hacia el PP, aunque también sean necesarios los votos de Vox. Y algo similar ha ocurrido en los ayuntamientos, con la excepción de los de Castilla-La Mancha.

La dirección de Ciudadanos acusa la presión, pero mantiene firme el rumbo. A las críticas internas para que Cs busque la centralidad se ha sumado esta semana la presión del entorno del presidente de Francia, Emmanuel Macron, que advierte sobre posibles pactos con la derecha radical de Vox. Cs comparte grupo europeo con La República En Marcha, que rechaza de forma expresa acordar con «la extrema derecha», como ellos consideran a Vox.

En el mismo sentido se ha manifestado Manuel Valls. El sábado, la votación de la nueva alcaldesa de Barcelona evidenció la ruptura de Valls con la dirección. El ex presidente francés votó a Ada Colau para evitar que el independentista Ernest Maragall fuera el nuevo alcalde.

Entre los fundadores del partido, cada vez son más los que se reconocen lejos del rumbo y de la estrategia marcados por Albert Rivera. Francesc de Carreras, ex profesor del hoy líder liberal y la persona que mantenía más influencia sobre él, fue muy duro el viernes al asegurar en un artículo en El País que Rivera «antepone supuestos intereses de partido a los intereses generales de España».

En su opinión, la decisión del dirigente catalán de no facilitar la investidura de Pedro Sánchez va «contra la trayectoria de Cs». Carreras reclamaba a su alumno que «rectifique» porque «muchos no desean que Cs sea sólo un melancólico recuerdo».

Como colofón, otro fundador, Arcadi Espada, censuró ayer en EL MUNDO la postura de los tres concejales de Cs en Barcelona que votaron en contra de la investidura de Colau. Como aseguró gráficamente, «si de Cs hubiera dependido, Barcelona tendría hoy un alcalde independentista». Para Espada, la decisión adoptada por Albert Rivera es «inexplicable» y «ajena a cualquier elemental sentido de la responsabilidad y de la decencia política».

Sin embargo, la dirección nacional decidió que el partido no podía apoyar a una alcaldesa «populista» que «siempre que puede elegir se sitúa al lado del independentismo».

Fuentes de la dirección de Cs reconocen la presión y el debate abiertos. Pero desde el entorno de Rivera añaden convencidos que «la estrategia va bien». Su propósito en las elecciones autonómicas y municipales era «crecer, entrar en gobiernos municipales y regionales y servir de freno desde esas instituciones al sanchismo». Y, aseguran, esos objetivos se están cumpliendo.

«Hemos sacado un gran resultado y eso supone presión», añaden, porque Ciudadanos es «decisivo».

La Ejecutiva valora positivamente los pactos cerrados el sábado. Como explicó ayer Carlos Carrizosa, Cs ha entrado en más de 550 gobiernos locales de toda España, lo que supone una cuarta parte de los municipios en los que la formación naranja se ha presentado.