Eduardo Uriarte-Editores

Desde el inicio de su presencia todo estaba escrito. Con su “no es no” y la osadía de colapsar políticamente al país impidiendo la formación del Gobierno por la lista más votada se podía predecir un proceso político que iba a finalizar en desastre. Sorpresivamente gente de sensato criterio se vio sentimentalmente arrastrada por las nuevas artes populistas sobre la premisa fascista consistente en la demonización del adversario, inadvirtiendo el carácter provocador -recordad lo del muro-, y la acción mutante del sistema constitucional. Nada que no se supiera, porque ya lo hizo Hitler ante la república de Weimar, aunque es difícil de asumir haciéndolo alguien que se dice progresista y que creíamos de los nuestros.

Mis amigos, generosos, que nunca chuparon del bote, de una vida entregada, incluso asumiendo serios riesgos, no sólo se sienten defraudados, sino lo que es más grave, paralizados cual la mujer de Lot mirando el paisaje cuando este ha sido traspasado por el apocalipsis. Pues hay que volver a moverse, muchachos, y recordad que nunca hay que servir a señor que pueda morir. Volvamos a la racionalidad y moderación que muchas veces corrigieron nuestro idealismo. Bajad del pedestal de la superioridad de la izquierda en el que os hizo creer el falso profeta. Reflexionemos sobre cómo hemos podido llegar a esto. Veréis que lo vuestro tiene cierta excusa.

No sólo fue que la deriva hasta caer en las fauces del populismo estuviera favorecida por el previo pragmatismo y la legitimización paulatina de los nacionalismos periféricos desde mucho tiempo atrás –“los amigos nacionalistas” de Felipe que espetara en la cara a Redondo en un mitin para distanciarse de la alternativa constitucional en Euskadi frente al soberanismo- y la pereza ante la teoría política de la socialdemocracia española, sino que, además, la formulación de nuestra democracia en partitocracia, el monopolio de la política por los partidos, su segregación de la sociedad, y su paulatina supremacía sobre el ordenamiento institucional y el Estado, favorecía la conciencia militante de supeditación servil al partido y tras ello el culto a la personalidad al líder. Cuatro slogans falsos, la defensa del feminismo, la España del cohete económico, la normalización de los nacionalismos, el progresismo cual fe de requeté, bajo el manto que todo lo cubre de la maldad de la fachosfera, no os ha permitido ver la España del apagón, el ataque a la Constitución, a la postre, el ataque a España, la del concepto discutido y discutible. Es decir, no pudisteis, o no quistéis, ver el caos que se avecinaba.

Creo que cuando Max Weber explicó en su famosa conferencia la naturaleza depredadora del Estado por parte de los partidos no pudo atisbar caso tan llamativo de depredación como la provocada por el socialismo actual dirigido por Sánchez, que alcanza no sólo a la corrupción económica, sino la destrucción de la nación -y de su Estado- con la fórmula de la plurinacionalidad. Una fórmula para que el depredador partido crea sobrevivir en el poder desprendiéndose de la soberanía otorgándola a los nacionalismos periféricos. Fórmula tan exagerada, propia de un Gargantua depredador, que engulle la base institucional donde se apoya su poder. Por lo demás no tan novedosa, pues Pi i Margall con su federalismo proudhoniano, repartiendo soberanía por doquier, en vez de un sistema político lo que inventó fue una bomba de fragmentación.

La llegada de estos

Sabíamos que el poder corrompe y que el poder absoluto, al que se aproximaba éste gobernando mediante decretos, sin presupuestos, ninguneando al Parlamento, enfrentándose al poder judicial y colonizando todo organismo, corrompe absolutamente. Pero éste y los suyos ya venían corruptos desde antes. Lo apoyasteis ante la maldad de la corrupta derecha. Ahora bien, que la derecha fuera corrupta no era responsabilidad vuestra, de la de éste sí. Quizás os salve que nunca dijo una verdad ni siquiera a vosotros.

Supimos, gracias a Patxi (que tampoco lo sabe), que no sabía qué era una nación. Ni falta que le hace, pues su proyecto no es gobernarla sino estar en el poder, aprovechando tal estancia para pingüe disfrute de él y de los suyos. Era coherente que a su totalismo político acompañara una corrupción desmedida que ha salido a la luz justo antes de la reforma del sistema judicial y del control de los medios de comunicación. Pero tiene excusa, sólo los crispados, o traidores, o anclados en el pasado, eran capaces de avisar de lo que éste iba a hacer. Y no fuisteis justos con los que avisaron. Es cierto que el descaro del p. amo, incluso más que sus mentiras, os pudieron también despistar. Su descaro es asombroso, escribe Tortella en The Objective: “Violencia física aparte, el propio MacBeth tendría mucho que aprender de Sánchez, el feminista prostibulario, el socialista trepador que se trata a cuerpo de rey, gobierna contra el Parlamento, y se considera por encima de la ley”.

Ha habido muchas causas para vuestro despiste, para la disculpa, pero lo que no sería entendible es la parálisis a la que el shock, tras el descubrimiento del falso profeta, os ha sumido. No sería entendible, no seríais lo que en el pasado fuisteis. Moveos y decidle que se marche, o mejor, echarlo pronto poque ya veis, esta vez sí, como en Chile, que a populista de izquierdas le sigue populista de derechas. No vale ya el ir de compungidos. No me traigáis ahora a Santi, ¿o es que lo que de verdad rechazáis no es la extrema derecha sino la democracia liberal?