Antonio Casado-El Confidencial
- El acceso de los independentistas a los secretos de Estado es un nuevo episodio del contradiós que anida en el bloque de investidura
Los representantes de las fuerzas que quieren separarse de España y echar al rey van a entrar en la comisión de secretos oficiales del Congreso: ERC, Bildu, PNV, Junts, Podemos y la CUP. Un florido ramillete de partidos alérgicos al principio de soberanía nacional única e indivisible. Es el colofón del viscoso expediente «Pegasus«, último episodio del contradiós que anida en el llamado bloque de investidura.
Fue Antonio Machado («Juan de Mairena») quien reivindicó el derecho de un cuidador de cerdos a decir verdades como puños, aunque estuviera en la parte más baja de la escala social. Se fijó don Antonio en el porquero de Agamenón, rey de Micenas en el relato de la ‘Ilíada’, como ahora podría fijarse en quienes, a derecha e izquierda, desde una u otra posición social, hombres o mujeres, patricios o menestrales de la vida, temen que meter lobos y ovejas en el mismo corral solo traerá desgracias.
El porquero de Agamenón no hubiera reparado en el abismo que separa a Olona de García-Page al verlos al mismo lado en este culebrón
Con esas mismas palabras lo ha dicho un socialista de toda la vida como Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha. Juro que no comparte ni una coma del ideario ultraderechista de Macarena Olona. Sin embargo, ambos son dos gotas de agua en el mismo tsunami de ciudadanos perplejos por el acceso de los enemigos del Estado a los secretos de Estado, desbloqueado por un regate en corto de última hora perpetrado por la presidenta del Congreso a instancias de Moncloa.
Esta última semana hemos visto un Gobierno acobardado y a la defensiva. Como si la mala conciencia le hiciera decir con la boca pequeña que «en España no se espía si no es al amparo de la ley». La resultante argumental apareció en la mayoría de los análisis: el precio del poder no puede ser la indignidad. Indigna es la imagen de un Gobierno que pide disculpas por haber espiado a «quienes representan una amenaza al Estado frente a la que el Estado está en la obligación de defenderse», dicho en los términos utilizados por la mencionada Olona.
El porquero de Agamenón no hubiera reparado en el abismo ideológico que separa a Olona de García Paje al verlos al mismo lado de la barricada en este culebrón. Pero si hemos de desbordar las exigencias derivadas de una disciplina de partido, prefiero quedarme con la palabra de una veterana servidora de la ley.
Hemos visto un Gobierno acobardado y a la defensiva, como si pidiera disculpas al decir que en España solo se espía con orden judicial
Hablo de la actual ministra de Defensa, Margarita Robles, que no milita en ningún partido, y de su lúcida intervención en el pleno parlamentario del miércoles:
«¿Qué tiene que hacer un Gobierno cuando alguien vulnera la Constitución, declara la independencia y mantiene relaciones con el país que está invadiendo Ucrania?».
Ahí les duele a los activistas del ‘procés’ (octubre 2017), alguno de los cuales puede salir trasquilado cuando se entre a fondo en un caso de espionaje en el que, manda huevos, los supuestos espiados invierten la carga de la prueba y piden a los supuestos espiradores que demuestren su inocencia.
Sin que los jueces hayan dicho todavía ni media palabra sobre la posibilidad de que se haya pisado alguna línea roja en materia de derechos fundamentales, el independentismo se dedica con desigual dedicación (Bildu y ERC se repartieron el trabajo en la convalidación del decreto anticrisis) a vender caros sus votos.
Insisto: la indignidad no debe ser en ningún caso el precio del poder.