VICENTE VALLÉS-EL CONFIDENCIAL

  • ¿Qué estará ocurriendo para que el jefe del Estado se haya sentido esta semana en la necesidad de defender públicamente la libertad de información y la independencia judicial?

Un elemento característico del populismo es no decir la verdad, al tiempo que se acusa de mentir a los adversarios. Un suplemento más sofisticado en esa estrategia consiste en dirigirse a la grey más entusiasta para explicar que eso que es de color blanco, que ellos —su grey— han podido comprobar que en efecto es blanco y que los que no forman parte de esa congregación de acólitos también ven blanco, en realidad no es blanco sino del color que quiera verlo quien manda.

Algunos medios americanos se tomaron la molestia desde 2016 de llevar un registro exhaustivo y minucioso de las veces —en ocasiones hasta decenas en un solo día— en las que Donald Trump mentía o ponía en circulación verdades a medias. Llevar esa contabilidad ha resultado extraordinariamente trabajoso por abundante y, llegado un cierto momento, incluso aburrido por inútil. Porque si lo que se pretendía evidenciar es que Trump miente más que habla no era necesario tanto esfuerzo. Pero el trumpismo ha demostrado una enorme fortaleza (sin haber terminado el escrutinio, se acerca a los 74 millones de votos a pesar de haber perdido clamorosamente) y ha creado escuela.

Una característica del nuevo tiempo político que vivimos debido al creciente predicamento de los populismos es su relajada relación con la verdad

La eficiencia del método está suficientemente testada en otros países, y ya ha aterrizado en España en diversos formatos, a derecha e izquierda. Esta semana ha alcanzado categoría de mecanismo estructural en la labor del Gobierno, cuando desde Moncloa se asegura que es ‘fake news’ el pacto con el partido cuyo nombre el presidente se niega a citar en público. Pero el vicepresidente segundo de ese mismo Gobierno no solo cita a Bildu por escrito, sino que nos advierte sobre el hecho de que, con la disposición de Bildu a apoyar los presupuestos, «el bloque de la investidura se refuerza y será de legislatura y de dirección de Estado». Arnaldo Otegi, en la sala de máquinas.

Una característica del nuevo tiempo político que vivimos debido al creciente predicamento de los populismos de derechas y de izquierdas es su relajada relación con la verdad. Y, como circunstancia añadida, la voluntad de los populistas con cargo gubernamental de ser ellos quienes establezcan, incluso legalmente, qué es verdad y qué no lo es. El llamado «comité de la verdad» es un primer ejemplo. Que la nueva ley de enjuiciamiento criminal pretenda castigar con dureza las filtraciones de los sumarios, e incluso permita el secuestro de publicaciones, es una muestra más. Y que uno de los partidos que conforma el Gobierno ponga en circulación un libelo y utilice las redes sociales para organizar monterías de librepensadores es el estrambote de este poema de rima asonante.

Pero más importante que eso es la actividad diaria consistente en transmitir un discurso de choque frente a los que el presidente ha definido como «los adversarios del Gobierno progresista» en una interesante y clarificadora carta dirigida a los militantes del PSOE. Como se aprecia en el texto, Pedro Sánchez no se refiere a la oposición parlamentaria, sino a los «adversarios» en sentido amplio, lo que incluiría a cualquiera que haya tenido el atrevimiento de entender que cuando el Gobierno pacta con Bildu, eso significa que el Gobierno pacta con Bildu.

Trump lleva tres semanas fracasando en los tribunales, pero lanzando a sus hinchas el mensaje de que le han robado las elecciones

No es un detalle despreciable que el líder socialista haya decidido hablar directamente con los militantes del PSOE. La Comisión Ejecutiva no tiene fisuras. El Comité Federal —donde en su día se expulsó a Sánchez de la secretaría general— apenas se convoca. El objetivo, por tanto, es mantener sólido el apoyo de los afiliados, ahora que el Partido Socialista ha dejado de ser una organización representativa para convertirse en una fuerza política que se gestiona mediante plebiscitos conocidos como primarias. Sánchez sabe la incomodidad que supone para un socialista de base tener que explicarle a su vecino que es muy positivo que Bildu forme parte del club de la legislatura y que participe en «la dirección de Estado». A ese militante debe resultarle tranquilizador que su secretario general establezca que eso es ‘fake news’, aunque lo haga en contra de toda evidencia.

A unos miles de kilómetros de distancia, Trump lleva tres semanas fracasando en los tribunales, pero lanzando a sus hinchas el mensaje de que le han robado las elecciones. Y los sondeos que se realizan estos días en Estados Unidos muestran cómo la mayoría de los trumpistas han asumido esa acusación como cierta, también en contra de toda evidencia.

Las circunstancias son distintas, pero los resultados son similares. Ahora, la verdad se fabrica a voluntad. Como ya estableció Kellyanne Conway, estrecha colaboradora de Trump, los medios tienen sus hechos y nosotros tenemos nuestros «hechos alternativos». Es el nuevo ecosistema político y social que afecta cada vez a más democracias liberales de Occidente: allí donde, en otro tiempo había fronteras que no se traspasaban. Ahora, tales fronteras se han difuminado hasta ser difíciles de distinguir.

Y un apunte para la reflexión en medio de tanto alboroto: ¿qué estará ocurriendo para que el jefe del Estado se haya sentido esta semana en la necesidad de defender públicamente la libertad de información y la independencia de la Justicia?