LIBERTAD DIGITAL 26/02/16
CRISTINA LOSADA
Cuando vote en contra de la investidura de Pedro Sánchez basada en un acuerdo suscrito por el PSOE y Ciudadanos, Podemos podrá levantar el puño…y poco más. Todo lo que hará entonces será vindicarse como la izquierda verdadera. Como la izquierda auténtica que mantiene contra viento y marea su programa máximo y no cede jamás. Como esa izquierda pura y dura que no está dispuesta a aceptar compromisos, aunque beneficien a aquellos en cuyo nombre dice hablar, y que grita muy fuerte ¡traidor! en cuanto ve a cualquier socialdemócrata. Como la extrema izquierda de toda la vida, en fin, esa antigualla que los dirigentes de Podemos querían sepultar en el baúl de los recuerdos, porque pensaban, no sin razón, que estaba destinada a la marginalidad.
El eje izquierda-derecha es un eje perdedor, cogitaba no hace tanto Iglesias. Por eso, unos profes de Políticas que se jactaban de ser más de izquierdas que nadie, se sabían el manual de la extrema izquierda de corrido y bebían de todos sus tópicos y chascarrillos, decidieron hablar un lenguaje que entendiera la abuela menos politizada que está viendo la tele un sábado por la noche. Nada de hablar en jerga marxistoide, nada de envolverse en banderas tricolores de la II República como los pobres cabezotas de Izquierda Unida, sino un discurso verdaderamente sencillo y comprensible: la casta contra la gente y la gente contra la casta. Sólo así, argumentaban, se puede alcanzar el poder.
Bueno, pues han debido cambiar de estrategia. Una vez más. Porque justo ahí, en aquel eje perdedor, y en uno de sus extremos, es donde se han ido situando, y donde ya los sitúa decididamente la letra y la música de su rechazo al Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso. No ha faltado ni la denuncia de traición. Traición a la izquierda, claman. El programa de Sánchez y Rivera está hecho, dicen, para el PP (de ahí que el PP diga que el acuerdo es un montón de basura) y para el Ibex 35. Seguro. Y para el Dow Jones y el Nikkei. Sin olvidar al Club Bilderberg, la Trilateral, los Sabios de Sión y todos los poderosos de siempre. A los portavoces de Podemos sólo les ha faltado recurrir a la tradición kominteriana, que tan bien conocen, y tratar de socialfascista a Sánchez. Como en los buenos viejos tiempos.
¿Qué les parecerá más insoportable del acuerdo PSOE-C´s? ¿La reforma del impuesto de sociedades para que las grandes empresas paguen más, la creación de un impuesto extraordinario sobre las grandes fortunas o la exigencia de los 2.800 millones de euros que se perdonaron a los defraudadores con la amnistía fiscal? ¿Que se vaya cerrando la brecha entre contratos temporales y fijos, se incremente el gasto en políticas activas de empleo o se distribuya un ingreso mínimo vital y un complemento salarial garantizado? ¿Que se reconozca el derecho de las personas desahuciadas a una vivienda de alquiler social, se recupere el subsidio de desempleo para mayores de 52 años o se restablezca la universalidad de la cobertura sanitaria?
Lo siento, pero continúo: hay más propuestas que le pueden causar urticaria a Podemos. Como incluir un supuesto especial de incompatibilidad de altos cargos para evitar las «puertas giratorias»; tipificar el delito de enriquecimiento injusto; derogar la prisión permanente revisable; suprimir el aforamiento de diputados, senadores y miembros de parlamentos autonómicos; reducir el número de firmas para la Iniciativa Legislativa Popular; reconocer en la Constitución el derecho a la salud; y suprimir las Diputaciones. Esto último, igual que otras medidas del acuerdo, también lo reclamaba Podemos, pero hay una cosa que seguro le disgusta mucho a Iglesias: la idea de poner en marcha una comisión permanente de Participación Ciudadana en el Congreso. ¡Eso lo quería él para su vicepresidencia! Qué poco tacto ha demostrado Sánchez.
Me lo estoy tomando a broma, porque la cuestión seria, lo único serio del rechazo de Podemos al acuerdo, es que no lo impugnan por su contenido. Aunque fuera el programa de Podemos de pe a pa, gritarían ¡traición! Quieren su vicepresidencia, el CNI y la tele. Quieren estar en el gobierno y votarán con el PP para que fracase Sánchez. Tal vez esperan que en la siguiente ronda el PSOE pida papas, llame a Iglesias y le ofrezca compartir gobierno. Bien, compartir no es la palabra. Tan no lo es, que difícilmente aceptarán los socialistas esa coalición con un competidor directo, oportunista y marrullero, empeñado, además, en el referéndum de autodeterminación en Cataluña.
El dilema de Podemos es abstenerse para permitir un Gobierno PSOE-C’s y machacarlo desde la oposición con toda su artillería demagógica, o impedirlo y abocar a nuevas elecciones en la expectativa de convertirse en el primer partido de la izquierda. Aunque lograra el sorpasso, que es mucho suponer, sus posibilidades de gobernar no serían mayores que las de hoy. Yo ignoro si el desenlace agudizará las contradicciones del sistema, que es algo que gusta mucho a los fundadores del partido. Pero apuesto a que unirse al PP en la obstrucción va a agudizar las suyas.