“Cuando se jodió lo nuestro”

EL CONFIDENCIAL 12/04/14
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS

Recomendable libro –para leerlo desde la perspectiva de un catalán catalanista– titulado Cuando se jodió lo nuestro. Cataluña-España: crónica de un portazo (Editorial Península). El autor, Arturo San Agustín, es un periodista de recorrido y un conocido publicitario. Con ironía pero con gran perspicacia su ensayo es un retablo de la actual Cataluña que vive bajo la pulsión del conflicto con España (ya se ha instalado el lenguaje bilateral). San Agustín, pregunta a todos los personajes a los que entrevista “cuándo se jodió” la relación entre Cataluña y el resto de España. Utiliza bien la manida expresión de Vargas Llosa que está en el pórtico de una de sus mejores novelas, Conversación en la catedral (“Cuando se jodió el Perú”) y sonsaca apreciaciones, opiniones y expresiones que algunos de sus autores quizás ahora no les gusta ver reflejadas en el papel.

De este ensayo-reportaje, presentado el jueves en Barcelona por el director de La Vanguardia, Màrius Carol, y por el ex director del Periódico de Catalunya, Rafael Nadal, se pueden extraer muchas conclusiones pero la que interesa en esta semana intensa sobre la cuestión catalana, es comprobar –o volver a comprobar que en Cataluña muchas personalidades que engrosan las filas del independentismo están sumidas en una notable confusión. Ni la independencia es un concepto unívoco ni los augurios sobre el futuro de Cataluña –mucho menos– coinciden en este puzle de opiniones y percepciones que ha construido con buena prosa Arturo San Agustín. Un escaparate de la confusión que alberga hoy la vida política y social catalana.

Para unos, la relación con el resto de España se jodió en Cataluña hace siglos; para otros, antes de ayer; para no pocos, a cuenta de la sentencia del TC sobre el Estatuto de 2006; para otros la ruptura trae causa de la LOAPA de los años ochenta del siglo pasado. Unos hablan del café para todos como origen de los males actuales; otros niegan la existencia de España (“España no existe. España es un concepto secuestrado por una elite madrileña”, llega a decir el afamado periodista Josep Cuní), en tanto los hay que están dispuestos a renunciar a la independencia como Josep Ramoneda (“Creo que la independencia de Cataluña sólo es posible en un escenario de implosión de la UE. Y yo no estoy dispuesto a pagar ese precio por la independencia de mi país”). Pero no faltan los que se remontan al Conde Duque de Olivares (1587-1645) para explicar lo que sucede, en tanto otros aparcan el origen mucho más cerca: en la segunda legislatura de Aznar.

La cuestión catalana, así, es un problema español, pero es, también, un problemón de los catalanes en el entendimiento de la propia Cataluña. Pueden preguntarse cuándo se jodió la relación con el resto de España, pero muy pronto podrían tener que preguntarse cuándo se jodió la cohesión de la propia sociedad catalana. No se necesitan demasiados argumentos para sostener esta opinión. Basta reproducir este párrafo del artículo de la escritora ¡Que lúcida es esta mujer! Laura Freixas en La Vanguardia del pasado miércoles: “Soy una ciudadana nacida en Catalunya, de familia –como tantísimas catalana y castellana; ahora vivo en Madrid, pero sigo ligada a Barcelona. Para mí, sentimentalmente hablando, poner una frontera entre Barcelona y Ávila (donde nacieron mis abuelos) sería, usando el símil del divorcio, divorciarme de mí misma (…) Catalunya no es ni más ni menos milenaria que España, y desde luego no es unánime ni lo ha sido nunca; tampoco es moralmente superior a nadie; allá hay un caso Gürtel, aquí un caso Palau, por poner un ejemplo. Los cantos patrióticos, los gritos rituales, las banderas, me parecen tan sospechosos con tres franjas como con cuatro barras. Creo que sirven para cerrar los ojos (o intentar que los cierren los votantes) ante las injusticias, la corrupción, la incompetencia, echándole la culpa de todo lo que sale mal al malvado enemigo”.

Más claro, agua. Insisto: alguien estará ya preparando otro ensayo como el de Arturo San Agustín pero con un título ligeramente distinto: Cuando se jodió Cataluña y un subtítulo, ¿Quiénes lo hicieron? A ver si alguien se anima a editarlo.

La cuestión catalana, así, es un problema español, pero es, también, un problemón de los catalanes en el entendimiento de la propia Cataluña. Pueden preguntarse cuándo se jodió la relación con el resto de España, pero muy pronto podrían tener que preguntarse cuándo se jodió la cohesión de la propia sociedad catalana. No se necesitan demasiados argumentos para sostener esta opinión. Basta reproducir este párrafo del artículo de la escritora ¡Que lúcida es esta mujer! Laura Freixas en La Vanguardia del pasado miércoles: “Soy una ciudadana nacida en Catalunya, de familia –como tantísimas catalana y castellana; ahora vivo en Madrid, pero sigo ligada a Barcelona. Para mí, sentimentalmente hablando, poner una frontera entre Barcelona y Ávila (donde nacieron mis abuelos) sería, usando el símil del divorcio, divorciarme de mí misma (…) Catalunya no es ni más ni menos milenaria que España, y desde luego no es unánime ni lo ha sido nunca; tampoco es moralmente superior a nadie; allá hay un caso Gürtel, aquí un caso Palau, por poner un ejemplo. Los cantos patrióticos, los gritos rituales, las banderas, me parecen tan sospechosos con tres franjas como con cuatro barras. Creo que sirven para cerrar los ojos (o intentar que los cierren los votantes) ante las injusticias, la corrupción, la incompetencia, echándole la culpa de todo lo que sale mal al malvado enemigo”.

Más claro, agua. Insisto: alguien estará ya preparando otro ensayo como el de Arturo San Agustín pero con un título ligeramente distinto: Cuando se jodió Cataluña y un subtítulo, ¿Quiénes lo hicieron? A ver si alguien se anima a editarlo.