Fernando Vallespín-El País
Esta es una oportunidad única para romper la dinámica política; no aprovecharla es ya un fracaso en sí mismo
Match nulo. Por ahora ninguno de los partidos está obteniendo algún beneficio político de la situación creada por la covid-19. Pero todos lo esperan. Por eso no paran de moverse para ver si pueden aprovechar las ocasiones que les brinda esta situación tan atípica. Y cuanto más lo buscan más perdidos parecen. Nadie ha dado con la tecla para despegarse de sus adversarios. O son ganancias demoscópicas mínimas. Lo que podría haber sido una gran oportunidad para desequilibrar la relación de fuerzas se está quedando en nada. Es el caso de los partidos de la coalición de Gobierno, que a pesar de su omnipresencia mediática están lejos de haber conseguido lo que hemos visto en otros lugares. Aunque la gestión de la crisis en Italia no ha diferido gran cosa de la española, Conte ha incrementado considerablemente su popularidad. Y qué decir de las gestiones exitosas. Merkel vuelve a sus mejores números en Alemania, e incluso los hasta ahora fulgurantes Verdes ha quedado eclipsados, y retrocede Alternativa por Alemania (AfD), ahora muy por debajo de su techo.
Nuestra oposición tampoco parece haber sacado provecho de la estrategia del enfrentamiento. Vox se parece cada vez más a su caricatura, pero está congelado o en ligero retroceso, y si bien el PP muestra un ligero repunte, apenas se asoma por encima de los 100 escaños; una nimiedad considerando sus anteriores logros. La incógnita es el nuevo giro de Ciudadanos, que todavía no tiene repercusión sobre las encuestas. Promete porque el PP le ha dejado todo el espacio del centro, pero en cuanto volvamos a la polarización en torno a la cuestión nacional Arrimadas tendrá grandes dificultades para diferenciarse de su hermano mayor.
¿“Nadie gana” o “todos pierden”? Creo que es lo segundo, porque como he dicho antes, esta es una oportunidad única para romper la dinámica política; no aprovecharla es ya un fracaso en sí mismo. Lo único claro es que esta congelación en la relación de fuerzas denota que no se ha sabido leer bien la nueva situación. El mundo se ha dado la vuelta como un calcetín, pero siguen perviviendo las máximas de siempre: a) interpreta y manipula siempre la realidad a tu favor; b) busca un chivo expiatorio —el otro demonizado— para compensar tus insuficiencias o para afirmar tus posiciones; c) no reconozcas jamás un error, solo yerra el adversario. Les han cambiado el paso pero siguen con sus automatismos. Qué interesante fue observar el cabreo de ERC cuando Sánchez se avino a pactar con Ciudadanos para sacar adelante la renovación del estado de alerta. O, en la otra orilla, el del aznarismo frente a Ciudadanos. Saca a la luz ese bloquismo metodológico que formatea el sistema político y sin el cual este parece perder el oxígeno.
Lo curioso del caso es que los políticos no caen en la cuenta de que ahora no se trata de que gane este o aquel, sino de que ganemos todos. Esta es la parte que parece que nadie entiende. Y me temo que lo volveremos a ver en la recién creada Comisión para la Reconstrucción. Si la desaprovechan mantendrán a sus hooligans, pero se alienarán al resto. Será cuando de verdad todos perdemos. Nosotros y ellos.