Juan Carlos Girauta-ABC
- ¿Se ve el autócrata abandonando La Moncloa en cosa de… unos meses? Se ve, se ve
Es por Ayuso. Se nota el canguelo a la legua. No deja de ser raro este desasosiego en rápida transición hacia el pavor. Demasiados errores y precipitaciones, demasiada campaña chapucera. Nadie diría que esta alterada gente de progreso cuenta con un enorme poder territorial. Que tiene el BOE y la opacidad por sistema. Que se está haciendo con el gobierno del Poder Judicial. Que cuenta con el alineamiento de las multinacionales de Pavlov, venga a salivar y salivar con la campana de los fondos de recuperación. Que están diseñando una autocracia de trazos hispanoamericanos. Que les siguen la corriente y el argumentario todos los medios públicos, con especial entrega a Sánchez en las televisiones de las comunidades gobernadas por el PP.
Toda esta descomunal ventaja del entramado PSOE-Podemos-Más Delomío-ERC y Bildu, con PNV al txistu (el improbable cóctel que por comodidad hemos llamado gente de progreso), descansa sobre una hegemonía cultural y un control del imaginario sin discusión ni amenaza a la vista. Así pues, ¿a qué vienen tantos nervios? Debe ser que lo quieren todo. Todo y para siempre. Un poco en la línea de la advertencia totalitaria que lanzó a la oposición el decadente líder podemita en su despedida. O es eso, o es que el instinto de supervivencia política del conglomerado está más desarrollado que el olfato de un sabueso y perciben el peligro de quedarse a dos velas, por lo que a poder se refiere, mucho antes de lo que Sánchez pensaba. Muchísimo antes de lo que imaginó el día de su carambola de censura. Qué tiempos aquellos, cuando cambiaba la cúpula de un diario nacional -zas- porque le había irritado un editorial. Cuando enviaba a la Mateo a eternizarse en la provisionalidad. Cuando colocaba a sus amiguetes sin capacidades al frente de las empresas públicas.
¿Se ve el autócrata abandonando La Moncloa en cosa de… unos meses? Se ve, se ve. Para estar a la altura de las expectativas de tanto palmero como le jalea, ese traje vacío que preside el Gobierno necesita dos cositas: poder seguir contando con su mezcolanza de aliados, una, y mantener al centroderecha hechizado, dos. Hechizado es persuadido de que pactar con Vox viola las líneas rojas, pero gobernar con chavistas y apoyarse en Otegi es de lo más normal.
Con la operación Murcia iba a librarse de una cuota de sus mariachis y de una parte de la vergüenza, aumentando de paso su poder. El indescriptible fiasco de la jugada, que merece serie de humor, además de frustrar dichos objetivos ha borrado a Cs del mapa, como se comprobará el 4 de mayo y como el propio Sánchez sabe perfectamente. Todo ello refuerza al PP, que resulta tener en Ayuso una política con superpoderes: las campañas de desprestigio (IDA), las mentiras mil veces repetidas (40% de los contagios), las tristes agresiones de los cómicos de Movistar no solo no le afectan sino que agrandan su figura. Ay, incautos.