RICARDO ARANA-EL CORREO

  • La falta de equidad afecta negativamente a los rendimientos en matemáticas, y a los del alumnado vulnerable en mayor medida

Durante 2019, 20.636 alumnos y alumnas de 2º curso de ESO, la casi totalidad de alumnado de ese nivel, de 327 centros educativos vascos públicos y privados, efectuaron unas pruebas para determinar su competencia matemática. Un 24% alcanzó un nivel avanzado. Otro 57% se situó en el nivel medio de la competencia y el 19% no pudo rebasar el nivel inicial, el más bajo de los tres. Esto es, 4.000 estudiantes aproximadamente debían realizar un esfuerzo suplementario para adquirir las competencias básicas de la etapa.

¿Cómo son los que llegan y cómo son los que se quedan? Claro que no sabemos sus nombres ni los debemos saber, como tampoco los centros en los que estudian. El objetivo de tal evaluación no es elaborar ninguna clasificación, sino la mejora de la calidad de su aprendizaje. Pero la ciencia de los datos (cuando al fin se desvelan) nos ofrece detalles de alto interés. El primero es que las estrategias que desarrollan en este área los centros educativos inciden muy poco en los resultados de los estudiantes. El reciente informe del Consejo Escolar de Euskadi explica que un 87% de los mismos se puede prever por circunstancias propias.

Y es que aunque todos estudien en el mismo sistema educativo, el origen marca un contraste tan nítido como injusto. Así, si el estudiante procede de una familia de alta cuna se presume que su puntuación será un 40% superior a la de quien proviene de un entorno de rentas bajas, según el análisis que realiza el ISEI-IVEI de los resultados de esta evaluación. Y si ese alumno o alumna de 2º curso de ESO tiene como lengua familiar el euskera, esperamos que obtenga una puntuación un 10% más alta que quien en su infancia escuchaba cualquier otra.

Casi todos esos jóvenes han pasado doce años en nuestras aulas, pero los datos revelan que el apoyo que les proporciona el sistema es muy limitado. ¿Quién sale beneficiado? Por lo que dice la estadística, quien procede de ambientes vascohablantes con altos ingresos. Eso sí, independientemente de su linaje, todos pagan el declive. Recordemos que la puntuación media del alumnado vasco es inferior a la de hace diez años y que sólo uno de cada cuatro estudiantes alcanza un nivel avanzado en la competencia matemática.

Resultaría equivocado considerar nuestros resultados menguantes una consecuencia del incremento de alumnado foráneo. Los rendimientos de quienes han sido acunados fuera de nuestras fronteras se sitúan en los 215 puntos y si son de origen extranjero pero nacidos aquí, en los 222. Pero es que el rendimiento medio del alumnado autóctono no alcanzó los 250 puntos en la última evaluación realizada en condiciones de normalidad, persistiendo el diferencial (uno de los más altos de nuestro entorno) incluso en ese marco indeseable de descenso local de resultados.

Las matemáticas son esenciales en el presente y probablemente en los desafíos a los que el alumnado tendrá que enfrentarse en su futuro. ¿Qué se puede hacer para mejorar estos datos, que la cuna influya menos y, por el contrario, el centro educativo incida más en el aprendizaje matemático del alumno? La solución pasa imperativamente por liberar a los centros de modas, consignas y estrategias erróneas e impulsar programas formativos contrastados, más cercanos al estudiante real que al objeto del deseo lacaniano.

Por ejemplo, hemos constatado que la falta de equidad afecta negativamente a los rendimientos, y a los del alumnado más vulnerable en mayor medida. A regañadientes, la consejería de Educación anunció el 19 de diciembre, de forma bastante confusa, un nuevo procedimiento de admisión «con el objetivo de abordar poco a poco la segregación escolar». Tan «poco a poco» que, siguiendo el calendario previsto, su efecto no llegará a la ESO hasta dentro de doce años. Y ahí abandona el problema, sin intentar corregir nada más.

Conocemos también, por diversas investigaciones, que en contextos multilingües el primer idioma maximiza el rendimiento en matemáticas. Afortunadamente contamos con capacidad para atenderlo apropiadamente en una mayoría de situaciones, sean en euskera o en castellano. Pero lo que el Departamento de Educación ha enviado a todos los centros este curso (que aún no al Boletín Oficial) es que la primera lengua se tome en consideración sólo en el caso del alumnado vascohablante, debiendo el resto dominarla previamente para poder afrontar con éxito las cuentas.

La diferencia entre quienes lo hacen mejor y lo hacen peor en matemáticas se ha disparado en la última evaluación a 138 puntos (de 319 a 181) y lo de «adaptar el proceso de enseñanza-aprendizaje a las características del alumnado» queda reducido a una simple formalidad sin trascendencia metodológica. Lo que nuestro país dice de verdad a esos miles de escolares de ESO que no superan el nivel inicial (y que cada año son más) es que cualquier mejora pasa por renacer en una familia rica y euskaldun. Como en la conocida ‘haurtxo polita’, a la educación vasca la arrulla una amenaza: ‘txakur handia etorriko da zuk ez baduzu egiten lo’.