Alberto Ayala-El Vorreo
Mientras el lehendakari Urkullu y el PNV se dedican a marear la perdiz sobre la fecha a la que el primero adelantará las elecciones autonómicas, exclusivamente por interés propio, como ocurre siempre en estos casos, el presidente del Gobierno español ha empezado a moverse por el complejo laberinto catalán.
Pedro Sánchez visitaba esta semana al todavía president Quim Torra. Lo hacía para tratar de ir sentando las bases de la complejísima resolución del contencioso catalán, sí. Pero, sobre todo, porque la prioridad de Sánchez no es otra que Sánchez. Porque su obligación es que ERC no se enfade y propicie con su voto la aprobación de los Presupuestos del Estado, lo que le garantizaría al menos tres años en La Moncloa.
El PP de Casado ha vuelto a poner el grito en el cielo, como no cabía esperar otra cosa, contra el jefe del Ejecutivo español por verse las caras con un president que no sabemos si todavía lo es, una vez que ha dejado de ser parlamentario tras su condena, que aún no es firme. Y por aceptar ser tratado, en opinión de Génova, como un jefe de Estado extranjero.
¿Que para qué ha servido la cita? Para nada y para todo. Básicamente para que este mismo mes se constituya la mesa bilateral Estado-Cataluña, que el PSOE aceptó para que los republicanos hicieran posible la investidura de Sánchez. Una mesa que en su primera cita no encabezarán la vicepresidenta socialista Carmen Calvo y el vicepresident (de ERC) Pere Aragonès, sino Sánchez y Torra.
La cumbre fue del agrado de casi todos, menos de las derechas, claro. Del PSOE y de ERC porque arranca su plan. Y de Junts per Catalunya porque recobra algo del protagonismo que le estaban quitando los republicanos a pocos meses de las elecciones.
Torra no oculta que no le interesa ni poco ni mucho la oferta autonomista que le hizo el presidente. Y éste reiteró que no habrá ni derecho de autodeterminación ni amnistía para los políticos condenados por el fallido ‘procés’, no por hacer política sino por saltarse gravemente la ley.
Aun así, todos se mantienen en la partida. Cada uno con un objetivo. Sánchez, lograr que ERC le apruebe el Presupuesto. Los republicanos, mostrar a su público ‘indepe’ que han logrado sentar a dialogar al Gobierno español. Y los neoconvergentes, que quienes todavía mandan y que quienes mantienen las esencias del soberanismo sin hacer concesiones son ellos y no el viejo partido de Junqueras.
Hasta al PP se le ve contento en su dureza. Y comprobando cómo Ciudadanos ha iniciado lo que podría ser el acercamiento definitivo tras su último descalabro en las urnas. Todo les va a hacer falta a los conservadores si la protesta de los agricultores, de la España vaciada, se instala en nuestra vida política.
Otra piedra en el camino del Gobierno de coalición PSOE-Podemos, que no esperaba, y que puede ser determinante en próximas elecciones generales en esas veintitantas provincias que eligen cinco o menos diputados. De poco servirá que el conflicto desgaste a Sánchez si el PP no recupera fuerza, con o sin entente con Cs. De momento Vox, Abascal, han salido escaldados de su primera tentativa por capitalizar políticamente la protesta.
No se engañen. Las prioridades partidarias marcan la agenda política. Como casi siempre. En España y en Euskadi.