Cuidado con pedir

Ignagacio Camacho-ABC

  • Este Gobierno es incompetente y caro pero causa menos estragos cuando no hace nada que cuando intenta algo

Antes de pedirle al Gobierno que le meta mano a la factura de la luz convendría pensárselo: resulta mucho menos peligroso cuando no hace nada que cuando intenta algo. Muchos ciudadanos suelen indignarse porque les parece un Gabinete inútil y caro, además de innecesariamente amplio, pero de entre esa pléyade de ministros incompetentes, perezosos y sectarios -con un par de excepciones- los más inofensivos son los vagos, que mientras permanezcan quietos no causan daños. Castells, por ejemplo, estaba mucho mejor sesteando que irrumpiendo como caballo en cacharrería en el ámbito universitario con un proyecto de reforma que desprecia la memoria, es decir, la cultura, y banaliza el mérito de los catedráticos. Las leyes de género con que Irene Montero y su pandilla de la tarta han intentado justificar sus cargos resultaron tales engendros que los técnicos del Ministerio de Justicia no daban crédito. Celáa era una calamidad como portavoz pero en esa función sólo maltrataba a la lengua castellana; en cuanto se puso a legislar se convirtió en una amenaza para la enseñanza. Toda la galbana de Sanidad en la gestión de pandemia contrastó con la eficacia desplegada en la prescindible legalización de la eutanasia. Laya tomó una única decisión, la de recibir a un dirigente del Sáhara, y abrió una monumental crisis diplomática. Incluso Marlasca, que es juez de carrera, ha armado un lío jurídico con los menas por tratar de corregir su inacción en Ceuta. Menos mal que por ahora nadie reclama medidas a la ministra de Hacienda. El estado ideal de este Ejecutivo es en funciones entre unas elecciones y otras, con el marco de actuación limitado. Sin facultades para incrementar el gasto lo más que queda a su alcance en ese caso son golpes de efecto como el de desenterrar a Franco. Demagógicos pero al fin y al cabo baratos.

Así las cosas, este clamor social por el recibo eléctrico puede acabar en cualquier experimento chapucero. La alarma por el descontrol de precios es la clásica situación que provoca ataques de nervios en un Gobierno, sobre todo si se ve descolgado en los sondeos. Sánchez sabe que la cuestión energética es un lastre para sus planes de remontada y que necesita una salida rápida. Pero la experiencia de la catástrofe sanitaria demuestra que ante aprietos de gran escala el presidente tiene un reflejo de propaganda, un instinto de supervivencia que otorga a la preservación de su imagen una importancia prioritaria. Genera muy poca confianza al respecto el hecho de que al malestar ciudadano se haya sumado la presión interna de Podemos, un partido que está más cómodo en el revuelo callejero. Si la solución ha de adaptarse a su criterio ideológico existe riesgo -y precedentes- de que el problema se agrave con el remedio. Es lo que sucede cuando el poder de una nación sale de un mal arreglo entre doctrinarios, populistas, indolentes e ineptos.