El jueves fue el día más ajetreado en la vida de Pedro Sánchez. Por la mañana, en lo nacional: recibió al jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Por la tarde en plan internacional: cogió el Falcon para ayudar a romper el ayuno del Ramadán al Rey Mohamed VI. Al primero le engañó; al segundo, no. A Feijóo lo recibió con 11 propuestas de acuerdo que no fueron exactamente una sorpresa para él, porque aquella misma mañana podía haberlos leído en El País, medio al que los había filtrado. Esa es la medida de la diferencia para el tahúr que gobierna España, que la desdichada carta al Rey de Marruecos no se la había filtrado previamente a Carlos Elordi Cué. En Rabat, Sánchez y Albares se sentaron frente a una bandera de España invertida, con el escudo hacia abajo, que en tiempos de guerra viene a significar ‘plaza rendida’. Como la legendaria bandera blanca, vamos.
Feijóo fue a Moncloa como un escolar aplicado, pero como decía Mota en un célebre ‘sketch’ “si hay que ir se va, pero ir pa’ ná es tontería”. El resultado del encuentro era perfectamente previsible. Sánchez se negó a aceptar la propuesta económica popular, por más que la principal de sus medidas, la rebaja del IRPF la rechazó de plano. Era una medida que él mismo había propuesto el 5 de noviembre en la reunión que mantuvo en La Palma con los presidentes autonómicos.
Sánchez exigió a Feijóo un acuerdo sobre el CGPJ antes de dos meses y que abomine de Vox. Esas dos condiciones son algo muy parecido a un contrato de adhesión. Si el PP puede gobernar con el apoyo de los de Abascal su deber es renunciar, para que no se les mosqueen Sánchez y Lastra y, en otro nivel intelectualmente muy superior, mi querido Arcadi Espada. Tal vez podría exigirle que en el caso de ganar se haga el distraído y los apoderados del PP saquen de las urnas los votos de su partido, justo lo contrario de lo que hicieron los golpistas catalanes en su ‘referendum’ y el propio Sánchez en el Comité Federal del 1 de octubre de 2016. Las urnas detrás de las cortinas, eso es transparencia.
Y eso es un pacto con Pedro Sánchez. No hay razón para que Feijóo se muestre ‘decepcionado’ por los resultados de las tres horas de encuentro. ¿Qué esperaba? Ciertamente, los pactos de La Moncloa y el pacto constitucional tuvieron otro estilo, otras hechuras, pero entre los artífices de ambos no había ningún tipo como Pedro Sánchez. Ni como Adriana Lastra, que ayer mismo y contra la evidencia de la foto que mostraba a Feijóo con sus carpetas lo acusaba de vago y de no llevar papeles.
El jefe de la oposición debería reflexionar en torno a las expectativas que le despierta la idea de pactar con Pedro Sánchez, una cuestión clave para sus intereses electorales. Si piensa, como piensa su clientela, que la tarea urgente es sacar de La Moncloa a este falsario, deberá pactar con quien sea necesario para ello y cabrearse cuando cualquier Angels Barceló le pregunte su piensa pactar Vox y responda que por supuesto, que sus líneas rojas son golpistas catalanes, los cómplices del terrorismo y los separatistas. O sea, lo de Sánchez. Otra cosa sería ungir a Vox como el voto útil para acabar con esto.