ANDONI PÉREZ AYALA-EL CORREO

  • Los consejos de la UE corren el riesgo de limitarse a eventos rituales en los que los Estados miembros escenifican los desacuerdos

A falta de decisiones operativas sobre los problemas comunes que afectan al conjunto de la ciudadanía europea, el Consejo del 16 diciembre sirvió al menos para poner de manifiesto, una vez más, los serios déficits institucionales que tiene la UE. Basta echar un vistazo al texto en el que se recogen los endebles ‘acuerdos’ a los que se llegó (puede verse en www.consilium.europa.eu) para constatar la escasa entidad de lo acordado; al menos por lo que se refiere a las principales cuestiones a afrontar y que tanto por su naturaleza como por el ámbito en el que están planteadas tienen en la UE el marco más idóneo para su tratamiento y resolución.

Los consejos europeos, que reúnen periódicamente a los jefes de Estado y de gobierno, corren el riesgo de limitarse a una sucesión de eventos rituales en los que sus integrantes escenifican los desacuerdos. Sobre todo cuando esos desacuerdos, o el aplazamiento de las cuestiones controvertidas para encubrir la renuncia a afrontarlas como ocurrió en la reciente cumbre, tienen consecuencias que inciden muy negativamente en las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía europea.

Además de los problemas específicos que se presentan en cada uno de los Estados miembros (bastante similares en todos sin que por ello haya que ignorar las diferencias, a veces importantes) hay también asuntos que son comunes a toda la Unión, más allá de sus demarcaciones fronterizas estatales. Y no se trata de asuntos menores que puedan resultarnos lejanos sino que nos afectan de forma directa e inmediata en nuestra vida diaria. Cada vez más los problemas a afrontar van a plantearse (ya lo están haciendo) en un marco que trasciende ampliamente los marcos estatales; en nuestro caso, al igual que en el de los países de nuestro entorno, en el marco de la UE.

En este momento hay un asunto trascendental para todos nosotros como es el de los efectos de la pandemia, aún inconclusa, que estamos sufriendo desde hace ya casi dos años, que no tiene tratamiento efectivo ni eficaz en el marco de cada uno de los Estados sino que, por el contrario, exige un planteamiento de ámbito supraestatal que, en nuestro caso, no puede ser otro que el de la UE. La reciente cumbre era una buena ocasión para haber podido adoptar medidas efectivas comunes (puesto que el problema, con todos los matices que se quiera, es común) para toda la Unión. Pero no solo no fue así sino que incluso se ha retrocedido, adoptando algunos Estados medidas que entran en abierta contradicción con las planteadas en otros, como es el caso, entre otros, de la validez de los pasaportes covid.

Lo mismo puede decirse en relación con lo ocurrido en otro asunto, también decisivo para toda la población europea, como es la escalada de los precios de la electricidad, lo que incide de forma directa e inmediata en la actividad económica en todos los países (aunque no en todos por igual ni de la misma forma) de la UE. En este caso ni siquiera ha sido posible consensuar un texto de mínimos, lo que ha dado lugar a que no haya ni una sola referencia sobre el tema en el texto de las conclusiones de la cumbre. Se trata de otra de las cuestiones, de máxima actualidad, que sobrepasa ampliamente los marcos de cada uno de los Estados y exige un planteamiento y un tratamiento comunes en el marco de la UE y, en particular, en su máxima instancia decisoria, el Consejo europeo.

Quizá para encubrir la falta de medidas operativas en materias que, como las indicadas, son nucleares para el desarrollo y consolidación del proyecto europeo, se hace una amplia alusión a otras cuestiones -situación en Bielorrusia, Ucrania…- en las que la UE apenas tiene incidencia alguna pero que sirven para presentar una fachada de relevancia en las relaciones internacionales. Capítulo aparte y especial atención (aunque no sea posible tratarlo debidamente en estas líneas) merece el extenso apartado de las ‘Conclusiones’ (puntos 10-14) dedicado a ‘Seguridad y defensa’; muy especialmente en lo relativo a la vinculación que se establece entre la UE y la OTAN, tema que además de muy discutible requiere un tratamiento específico que no debe mezclarse con otras materias como las que son objeto de atención en los Consejos europeos.

Mas allá de las incidencias de esta cumbre, que no pasará a la historia por la trascendencia de lo acordado, lo que sí es preciso plantearse seriamente es el papel de los consejos europeos. Deberían ser una instancia cuya actuación sea efectiva en el tratamiento y resolución de los problemas comunes del conjunto de la ciudadanía europea; que no faltan, son importantes y nos afectan en nuestra vida diaria tanto o más que los asuntos circunscritos al ámbito estatal o autonómico. Es bastante dudoso, por emplear términos suaves, que la máxima instancia decisoria de la UE haya venido cumpliendo, salvo contadas excepciones, esa función en los sucesivos consejos. El último de 2021 ofreció una buena muestra de ello.